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La Junta de Andalucía está buscando un hogar para 1.500 menores que están desamparados en toda la comunidad, la mitad menores de 12 años
Las ayudas mensuales para hacer frente a los gastos llegan a los 760 euros

293 menores esperan a que un hogar les abra las puertas mientras se alojan en uno de los centros de internamiento que tutela la Junta en Granada. De ellos, 13 tienen menos de seis años, y 61 entre 7 y 12. Hace unos días, desde la Consejería se hacía un llamamiento para que esas cifras disminuyan. GRANADA. Lucas se ha acostumbrado a que cada día, después de desayunar, sea la hora de volver a dormir. Conchi y Jesús ya se han hecho a los hábitos del niño y planifican sus horarios en torno a él. También lo han visto crecer desde que hace dos meses salió del hospital tras recuperarse de un nacimiento prematuro severo. Ahora tiene seis meses, pero esas dos personas que le están cuidando y velando por su perfecto desarrollo no son sus padres biológicos, sino una de las familias que participan en los programas de acogimiento de la asociación Aldaima.
:: ALFREDO AGUILARConchi y Jesús, con el pequeño Lucas en brazos, de tan solo seis meses, en las instalaciones de Aldaima, la asociación a través de la que han acogido al bebé.
Lucas es uno de los 405 niños granadinos que actualmente se encuentran en alguna modalidad de acogimiento familiar, según datos de la Consejería de Salud y Bienestar Social. Hay también 293 menores que esperan a que un hogar le abra las puertas mientras se alojan en uno de los centros de internamiento que tutela la Junta. De ellos, 13 tienen menos de seis años, y 61 entre 7 y 12, edades que son más fáciles para iniciar un acogimiento familiar, pues a partir de los 13 es más complicado. Hace unos días, desde la Consejería se hacía un llamamiento a todos los andaluces para que esas cifras disminuyan.
El caso del pequeño es un acogimiento de urgencia. Conchi y Jesús tenían que tener una disponibilidad inmediata para proporcionar al pequeño el mejor ambiente familiar. El tiempo máximo que estará Lucas con ellos será de seis meses, prorrogables hasta nueve. «Es inevitable no cogerle cariño al bebé, está claro que cuando tengamos que entregarlo será un desgarro, pero nosotros no buscamos un hijo, lo hacemos por ayudar», explica él. La pareja tiene ya dos hijos de 17 y 13 años, y además ambos se dedican al sector de la enseñanza y la logopedia, por lo que su experiencia con niños es extensa.
«Teníamos la espinita clavada del acogimiento desde hace mucho tiempo, y es ahora cuando nos hemos lanzado», explican. Conchi se quedó en paro, y han considerado que era el momento perfecto para poder dedicarle las 24 horas al menor. Después de Lucas llegarán otros, incluso dos hermanos juntos. Están apuntados al programa de Aldaima para los próximos tres años, por lo que están preparados para que por su casa pasen distintos menores y para asumir la pena que causará su marcha. Según explica Pilar Jiménez, coordinadora y tesorera de Aldaima, pasado ese tiempo volverá a convivir con sus padres biológicos, si estos están preparados para ello o se han rehabilitado a través de cursos y talleres que se organizan. Si no, se intenta el acogimiento con la familia extensa, y si ésta tampoco es la idónea para el menor ya se acude a la familia ajena para un acogimiento permanente o una adopción. Actualmente hay 206 menores en su familia extensa en Granada, mientras que en ajena hay 199.
Preparación previa
Para llegar a tener a Lucas entre sus brazos, Conchi y Jesús han pasado por un arduo proceso, totalmente necesario para asegurarse de que eran la familia perfecta para el pequeño. Tuvieron que realizar un curso de un mes y medio de duración, luego procedieron a la valoración por parte de Aldaima a través de unas cinco entrevistas personales, se visitó el domicilio, se realizaron estudios psicológicos, y todo para poder asegurar que se cumpla el ambiente familiar y afectivo más idóneo. Además, antes de que pudieran llevarlo a la casa, acudieron al hospital cada tres horas durante diez días para darle de comer y tener una primera toma de contacto.
Dos meses después de la llegada del pequeño, están más que contentos con la experiencia. «Estamos recuperando costumbres que ya vivimos con nuestros hijos. Hace 17 años cambiaba pañales y ahora vuelvo a hacerlo, eso hace que nos sintamos más jóvenes», explica Jesús, que añade: «Recibimos mucho más de lo que damos con esto. Lo estamos viendo crecer, nos regala sus sonrisas y es muy gratificante pensar que estás ayudando».
Ambos recomiendan arduamente realizar este acto de generosidad. «Hay muchas familias que están preparadas para realizar un acogimiento, pero no se atreven. Nuestros amigos nos suelen decir que no podrían porque luego echarían de menos al niño, pero no lo hacemos porque queramos un hijo, sino porque sabemos que es lo mejor para él», dice Conchi. «Nosotros solemos decir que ‘cuanto antes se vaya, mejor’, no porque no lo queramos con nosotros, sino porque eso indica que estará en una mejor situación y que es lo más adecuado», añade.
La política de privacidad impide que la familia profesional de acogimiento sepa algo de los padres biológicos. Una vez terminado el programa, el menor volverá con ellos o con otra familia, extensa o ajena, y en un principio se rompe el lazo con sus cuidadores. Una ruptura a la que temen todos aquellos que no terminan de lanzarse porque saben que tomarán cariño al menor, pero Conchi y Jesús recomiendan tomarlo como una labor a la sociedad. Pilar explica: «Se preparan mucho psicológicamente para ello. Además, hay familias a las que no vemos adecuadas y no las aceptamos en el programa, como las parejas que no pueden tener hijos y que podrían desarrollar un vínculo mucho más fuerte con el pequeño».
Es por ello que se estudia mucho la familia para garantizar que tenga la capacidad de acoger necesidades especiales, además de una sensibilidad extrema. Lucas tiene un nacimiento prematuro severo, pero pueden venir pequeños con otras enfermedades y hay que estar preparado. «La familia no escoge al menor, se asigna uno y en la mayoría de los casos Aldaima no conoce el estado del menor, son ellos los que emiten el parte sobre su salud y su desarrollo», explica Pilar.
Motivación solidaria
La principal diferencia entre una familia que quiere acoger y una que quiere adoptar es que la primera tiene una motivación solidaria, y la segunda busca un hijo, además sin enfermedades, para tenerlo siempre. Para contribuir como familia de acogimiento, no existen demasiados requisitos. Solo la voluntad y las ganas de realizar un acto solidario. Luego, se estudian las características de cada pareja o persona para asignar un perfil más idóneo. La disponibilidad, la capacidad afectiva, la estabilidad familiar, la actitud, el apoyo social o las condiciones del hogar son algunos de los criterios que se tendrán en cuenta por parte de Aldaima. A través de su asociación (en el teléfono 900 10 14 38 o en la página web www.aldaima.org) se aportan más datos sobre cómo realizar este trámite tan necesario.
Uno de los únicos requisitos excluyentes es que el solicitante no esté en la lista de adopción. «La familia acogedora no puede tener expectativas adoptivas, y debe de tener solucionado su deseo de paternidad», explica la coordinadora.
Pilar asegura que los granadinos cada vez están más concienciados con esta actividad necesaria. Según los datos de Aldaima, el año pasado se realizaron un total de 315 acogimientos, mientras que en el primer semestre de 2012 la cifra asciende hasta 278, por lo que la cifra probablemente se superará. De ellos, hasta junio 21 han sido de urgencia, 7 simples, 70 permanentes y 180 en familia extensa. Además de Conchi y Jesús, en la actualidad en la asociación hay 8 familias de acogimiento de urgencia, que dan cobijo a 12 niños, ya que algunos de ellos, al ser hermanos, van en pareja al mismo hogar.
No obstante, desde la Junta siguen advirtiendo de la necesidad de familias que se ofrezcan a los acogimientos, para proporcionar un entorno familiar estable y afectivo a un menor que ha sufrido la separación de su familia. «El acogimiento es una forma de participación social. Es un proyecto familiar e implica a todos los miembros de la familia acogedora», indica Pilar, que anima a los granadinos a que se ofrezcan para alojar temporalmente a un niño que lo necesite.
Además, no se trata de un acto solidario al que haya que hacer frente económicamente de forma íntegra. Existe una remuneración para los acogimientos de urgencia, que sir ve para hacer frente a los gastos extra. «Desde el carrito hasta los pañales, pasando por la leche o las toallitas, no es barato mantener a un niño, y la ayuda nos viene muy bien. No obstante, alguien que no tenga un mínimo económico no podría hacer frente a todos los gastos», indica Jesús. Pilar, por su parte, puntúa que no se puede acudir con la expectativa de que se va a cubrir una necesidad. «No es un salario, ya que éste no es un trabajo que se pueda pagar, pero sí ayuda a nivel económico», añade.
La prestación básica es de unos 290 euros al mes, y en el caso de la acogida de urgencia, se retribuye la especial cualificación y disponibilidad de las familias con unos 460 euros mensuales. En total, una familia de acogimiento urgente podría recibir unos 760 euros al mes para hacer frente a los gastos del menor. Además, gastos especiales, como pueden ser de ortodoncia, se remunerarán aparte. Una cuantía que, si bien no es escasa, no paga la afectividad y solidaridad de las familias que se prestan a dar este servicio público, que busca la convivencia e integración en una familia de un niño que se ha separado de la suya, para evitar su estancia en una institución y que se le prive de la permanencia en un ambiente familiar

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