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jueves

SENADO: COMISIÓN ESPECIAL DE ESTUDIO DE LA PROBLEMÁTICA DE LA ADOPCIÓN NACIONAL Y OTROS TEMAS AFINES.

Comparecencia de D. Jesús Palacios Gómez, Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Sevilla, y de D. Pere Amorós Martí, Catedrático de Pedagogía de la Universidad de Barcelona.

Se abre la sesión a las diez horas y treinta minutos.
La señora PRESIDENTA: Buenos días, señorías. Se abre la sesión.
Procede, en primer lugar, aprobar el acta de la sesión anterior, celebrada el día 21 de septiembre. ¿Se puede aprobar por asentimiento? (Asentimiento.)
Así se declara.
COMPARECENCIAS PARA INFORMAR EN RELACIÓN CON LA MATERIA OBJETO DE ESTUDIO DE
LA COMISIÓN, A PETICIÓN DEL GRUPO PARLAMENTARIO SOCIALISTA:
— DEL CATEDRÁTICO DE PSICOLOGÍA EVOLUTIVA Y DE LA EDUCACIÓN DE LA FACULTAD
DE PSICOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA, D. JESÚS PALACIOS GONZÁLEZ (Número de expediente 713/000251).
La señora PRESIDENTA: Pasamos a la comparecencia del catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Sevilla,don Jesús Palacios González, para informar en relación con la materia objeto de estudio de esta comisión. Le damos la bienvenida a esta comisión y, cuando usted quiera, tiene la palabra.
El señor PALACIOS GONZÁLEZ (Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Sevilla): Muchas gracias, señora presidenta, y muchas gracias a todos por su presencia y por darme la oportunidad de comparecer ante esta comisión que tiene ante sí una tarea tan importante como es reflexionar sobre la problemática que afecta a tantos niños y niñas y a tantas familias de todo tipo: las familias de origen de los niños, las familias adoptivas o acogedoras,cientos de profesionales que están a su alrededor, equipos, grupos y departamentos enteros de la Administración,etcétera.
Yo he preparado unas cuantas reflexiones que me gustaría transmitirles. Quiero empezar con algunas muy elementales para situar el problema. Por fortuna, la mayor
parte de los niños encuentran en su familia la protección que necesitan ante los problemas que se les puedan plantear, ante los riesgos que les puedan surgir. Afortunadamente cada niño o niña tiene en su familia la mejor protección y la mejor estimulación, pero lamentablemente para un cierto porcentaje de niños la familia no es el lugar de protección sino el lugar de riesgo; no es donde encuentran el apoyo y el amparo sino donde encuentran la fuente principal de sus problemas. Es de estos niños y de estas familias de los que se ocupa el sistema de protección de la infancia.
La legislación española actual recoge muy claramente y muy bien, a mi juicio, unos cuantos criterios fundamentales para una buena actuación. En primer lugar, la prevención es siempre preferible al tratamiento. En segundo lugar, cuanto más pequeños sean los niños y las niñas,cuanto más jóvenes sean, cuanto antes se intervenga,mucho mejor de cara al pronóstico; cuanto menos tiempo estén expuestos al maltrato, del tipo que sea, el familiar o el institucional, cuanto menos tiempo estén expuestos a cualquier situación de maltrato el pronóstico es mejor. Allí
donde aparecen graves problemas —disfunción familiar,riesgo en la familia— la primera opción debe ser siempre la preservación familiar, por tanto, el niño se queda en su familia y se ayuda a la familia a resolver sus problemas. La primera opción, en contra de lo que el imaginario popular a veces cree, no es coger al niño y salir corriendo; la primera opción es tratar de ayudar a la familia a resolver sus problemas estando el niño dentro. A eso se le llama la preservación familiar.
La segunda opción, cuando no hay más remedio que sacar a este niño o a esta niña de su entorno, es sacarlo temporalmente para que pueda volver una vez que los problemas
en la familia de origen se hayan resuelto. A eso se le llama la reintegración familiar.
La tercera opción es la de sacarlo sin previsión de que vuelva, es decir una separación más permanente, cuando se considere que la situación de riesgo es irrecuperable, cuando las perspectivas sean muy negativas, etcétera.
Cuando esto ocurre, tanto en el caso de la reintegración, en el caso de la separación temporal, como en el caso de una separación permanente, la primera opción para cualquier niño o niña que tiene que ser separado de su familia tiene que ser siempre otra familia. Esto es lo que dice nuestra legislación; esto es lo que establecen la Ley 21/1987 y la Ley 1/1996. Por tanto, lo único que hago aquí
es recordarles cuáles son los principios fundamentales de nuestro ordenamiento jurídico en materia de protección.
Yendo ahora un poco más allá —entiendo yo que esto está también en nuestra legislación, pero sin suficiente énfasis—, la alternativa institucional, lo que en nuestro lenguaje se llama el acogimiento residencial, debiera ser absolutamente excepcional. La primera opción —la opción— debe ser siempre una familia. En cualquier caso, el acogimiento residencial nunca debiera ser una alternativa
para niños y niñas pequeños; no debiera ser una alternativa y, desde luego no la primera, para niños y niñas antes de su adolescencia, y solamente en circunstancias
totalmente excepcionales —estoy pensando en adolescentes con graves problemas de conducta, por ejemplo en adolescentes con muy malas experiencias familiares, a los
cuales es muy difícil integrar en una familia, al menos como primera medida—, solamente en estos casos la institucionalización,el acogimiento residencial sería aconsejable, y ello con la menor duración posible.
Por consiguiente, la alternativa prioritaria para todo niño que deba ser separado de su familia —repito, esto no es nada nuevo; esto está en la ley— debiera ser otra familia,el acogimiento familiar, bien sea en el seno de su propia familia extensa —abuelas, abuelos, tíos—, bien sea en lo que en nuestro lenguaje se llama en familia ajena, en una familia con la que el menor no tiene parentesco. Lógicamente la opción menos utilizada es la última alternativa, sencillamente porque es la más radical, porque es la que supone un mayor cambio, porque es irrevocable y porque supone una intervención jurídica que cambia el estatus jurídico tanto de un niño o de una niña como de sus padres biológicos, que dejan de ser «padres de», como de sus padres adoptivos, que se convierten en «padres de”». Esta es la cirugía más radical que se puede hacer dentro del sistema de protección y, por lo tanto, debe ser la última alternativa a considerar. Pero no debe haber duda de que hay niños y niñas para los cuales la adopción es la alternativa.
El hecho de que sea la alternativa más radical y la que haya que utilizar con mayores cautelas no quiere decir que no deba ser utilizada para niños y niñas que la necesitan.
Un par de consideraciones adicionales. Creo que es conveniente recordar, y a ustedes no se les escapa, que la mayor parte de los casos que hay dentro del sistema de
protección son muy complejos; implican típicamente a menores con mucho daño psicológico, a veces con daño físico. Han sido objeto de abandono, de negligencia, de
maltrato físico, de abuso sexual; han permanecido en esas situaciones durante años con mucha frecuencia. Tienen una enorme ambivalencia porque las personas que se
supone que cuidan de ellos, que les quieren y protegen, son al mismo tiempo las que les hacen daño. Están metidos en un infierno emocional que no pasa en balde sobre
sus emociones, que no pasa en balde sobre su desarrollo psicológico, que no pasa en balde sobre sus capacidades educativas. Y tampoco se le escapa a nadie que hacerse
cargo de estos niños, llevarse a casa a uno de estos niños o niñas, a un grupito de hermanos, supone asumir en la familia en la que se incorporan historias difíciles, realidades familiares complicadas, comportamientos frecuentemente difíciles, muchas veces complejos, supone asumir retos educativos. Por lo tanto, lo ideal es que estos niños vayan a familias, pero una vez que estos niños se incorporan en una familia,
esa familia se está haciendo cargo típicamente de una realidad bastante compleja. Eso significa que cuando un niño debe ser separado de su familia no es suficiente con ponerlo en otra familia, no es suficiente con conseguir un emplazamiento en familia alternativa; significa que hay que apoyar a esa familia para hacer frente a los retos y dificultades que con toda probabilidad se van a presentar.
Para esta labor de apoyo, de trabajo, de preparación, etcétera, hacen falta profesionales y estos para poder hacer bien su trabajo necesitan contar con al menos tres características fundamentales: deben ser profesionales formados, capaces de tomar decisiones acertadas en situaciones muy complejas y muy difíciles; deben tener un número de casos que les permita atenderlos razonablemente, que les permita tener al niño y a la familia en la cabeza, que no tengan que preguntar a la familia cada vez que van, que no suceda, como ocurre con frecuencia, que la familia que tiene al niño sepa mucho más del niño que los profesionales que trabajan con él, entre otras cosas porque en el plazo de un año el niño tiene una sola familia y puede haber tenido cuatro o cinco profesionales distintos por un problema al que luego me eferiré. Y finalmente, relacionado con lo que acabo de decir, deben ser profesionales
que tengan una cierta estabilidad, que se puedan hacer cargo de un caso y que sean capaces de seguir a la familia, etcétera.
¿Cuál es la situación actual de nuestro sistema de protección?
En primer lugar, no lo sabemos muy bien, tenemos muy malos y muy pobres datos stadísticos, y esto vale para las comunidades autónomas en general y para los datos globales del Estado. Basta con que uno se pregunte cuál es el promedio de tiempo que un niño está en una institución, cuántos niños hay, hasta qué edad es más fácil que entren en familias... No tenemos respuesta, no hay respuesta, no hay datos, y los que hay son generalmente muy esquemáticos, muy pobres y con muy poco contenido. Hay muy poca investigación, tanto descriptiva como un poco más explicativa, y tanto para el acogimiento residencial como para el acogimiento familiar, como para la adopción nacional. Y, repito, este no es un problema de tal comunidad autónoma o de tal otra, es un problema bastante endémico de todo el sistema y vale tanto para las comunidades autónomas, en general, como para la Administración del Estado.
En mi opinión el sistema de protección español se ha visto en los últimos diez o quince años desbordado y atrapado entre dos tsunamis diferentes. Por una parte el tsunami de la adopción internacional. Hemos adoptado a 40 000 niños y niñas procedentes de otros países en los últimos trece o catorce años y estos niños han movilizado una enorme cantidad de actividad profesional, de recursos, de preocupación para atender a sus necesidades y a las familias que se hacían cargo de ellos. Y el otro tsunami en el que ha quedado atrapado el sistema de protección es la llegada de menores no acompañados, que ha supuesto y sigue suponiendo el enorme reto de atender a niños y niñas que de pronto llegan a una playa, a un aeropuerto,
sin referente ninguno, sin alternativa ninguna, sin nadie a su alrededor.
En mi opinión el sistema de protección ha dado una enorme e indudable prioridad a estas dos realidades, a estas dos cuestiones, y quienes han pagado el pato han
sido los niños y niñas españoles dentro de nuestro sistema de protección. La institucionalización ha sido y sigue siendo la alternativa número uno del sistema de protección, en contra de lo que nuestras propias leyes dicen; la adopción
nacional languidece, ha languidecido y sigue languideciendo; el acogimiento familiar tiene una presencia muy escasa, y la mayor parte de los acogimientos familiares los
hace la propia familia extensa mucho antes de que los profesionales intervengan. La abuelita ya se está haciendo cargo de la nieta y solo tres o cuatro años después aparece alguien por ahí, dice que eso es un acogimiento en familia extensa y se formaliza el acogimiento. Yo creo que este es parte del diagnóstico de nuestra realidad.
Pueden ir ustedes a la página web del Ministerio de Sanidad y Política Social, en el apartado de familias e infancia, el acogimiento familiar no existe; no aparece ni
siquiera la entrada «acogimiento familiar». Y he cogido solo este ejemplo. En lugar de la página web del ministerio podía haber tomado la de otras comunidades autónomas
para mostrar exactamente lo mismo, la invisibilidad del acogimiento familiar dentro de nuestro sistema de protección.
Para empeorar un poco las cosas el sistema utiliza a menudo unas cifras que yo creo que oscurecen la realidad y que llevan con frecuencia a decir que en España hay más
acogimiento familiar que institucionalización. Fijémonos, por ejemplo, en el año 2002. En azul están las cifras de acogimiento familiar y en otro color están las cifras de acogimiento residencial o institucionalización. Pero estas cifras son engañosas porque lo que aquí se presentan son datos acumulados, y muchos de estos niños que están aquí empezaron su acogimiento familiar en los años 1997, 1998 o 1999. Imagínense ustedes que quisiéramos hacernos una idea de la influencia que ha tenido el carné por puntos o las nuevas leyes de tráfico sobre los incapacitados laborales
como consecuencia de accidentes de tráfico, e imagínense ustedes que diéramos cifras en las cuales se van acumulando todos los que han sido incapacitados laborales a
lo largo del tiempo y que siguen todavía vivos. Eso nos da una imagen distorsionada de la realidad. Los datos acumulados no nos enseñan bien la realidad.
Lo que nos enseña bien la realidad es esto: cuando un niño español entra en el sistema de protección, ¿dónde va? Estas son las cifras. Los casos nuevos por año, ¿dónde entran? Como ven ustedes, históricamente el acogimiento residencial —institucionalización— ha sido mucho más utilizado que el acogimiento familiar. Como ven ustedes, la brecha no hace sino aumentar. Y no es suficiente con culpar de ello a lo menores no acompañados. Efectivamente, los menores no acompañados inflan aproximadamente en mil por año estas cifras desde el año en que empezaron a llegar de forma masiva, pero después de restar mil, todavía seguimos teniendo una enorme desproporción entre los niños que entran en el sistema, en contra de lo que dicen nuestras leyes de protección, por la vía del acogimiento residencial. El acogimiento familiar tiene una presencia claramente menor y, como antes decía y luego insistiré, la mayor parte de ellos son acogimientos autoiniciados por la propia familia extensa.
En el año 2006 —por coger el último del que tenemos cifras oficiales— de cada diez niños tutelados, ocho entran en acogimiento residencial, en instituciones, y dos pasan a acogimiento familiar. Si pudiéramos trocearlos, de esos dos, uno y tres cuartos entrarían en acogimiento en familia extensa —se queda con su abuela, con su tía—, y de ese uno y tres cuartos, casi uno y medio se va con su abuela no porque el sistema de protección haya tomado esa medida, sino porque la abuela, viendo el mal estado en que estaba el nieto, le ha dicho a la hija: tráemelo a mí y yo me
hago cargo de él. Esa es la realidad de las altas que hay en nuestro sistema de protección, ha venido siendo así en los últimos años y tiende a ser así en todas las comunidades autónomas y en todo el Estado. Por desgracia, niños y niñas entran muy pequeños en instituciones y permanecen en ellas durante mucho tiempo.
El acogimiento residencial —y puedo darles algunos datos si a ustedes les interesan— no solo es la alternativa de protección menos deseable, es con mucho la más cara.
Es decir que ni siquiera en este caso vale el argumento de que ya se sabe que hay algo mejor pero es tan caro que es imposible hacerlo. El acogimiento residencial puede ser diez veces más caro que el acogimiento familiar. Pero no es esa la razón fundamental por la que hay que hacerlo. Hay que hacer acogimiento familiar porque es mucho más beneficioso para los niños y las niñas que necesitan protección, porque evita los daños de la institucionalización.
Esa es la razón fundamental por la que hay que hacer acogimiento familiar. Además es mucho más barato. Si fuera mucho más caro habría que seguir defendiéndolo, pero es
que además puede resultar hasta diez veces más barato. En mi opinión el problema es que el acogimiento residencial, la institucionalización, es la alternativa más
cómoda para el sistema. Es la más fácil de organizar, es la más fácil de manejar, es la más fácil de gestionar, y aquella en la que es más fácil olvidarse de que el niño está allí, en la que se puede prolongar durante más tiempo la estancia del niño en su interior sin que pase nada. En el sistema de protección español —y hay estudios
internacionales que lo detectan— se da esta extraña anomalía. Somos los que más niños de fuera adoptamos y los que más niños de dentro tenemos en instituciones, muchos de los cuales podrían ser adoptados; el resto, la inmensa mayoría, podría estar en acogimiento familiar. Los niveles de institucionalización que tenemos en
España, particularmente de niños pequeños no tienen parangón con ningún país de nuestro entorno. Los países donde hay niveles de institucionalización más elevados
son la República Checa, Latvia, Bulgaria, Lituania, Hungría, Rumania, la República Eslovaca, Rusia, y dentro de nuestro entorno, Bélgica, Francia y España. Pero si el cálculo lo hacemos no por el número total de niños que hay dentro de las instituciones, sino, como debe hacerse, por la proporción de niños que hay por 10 000 habitantes —porque en Estados Unidos siempre hay mucho de todo, pero es porque son más de 200 millones; hay gente que equivocadamente dice que en Estados Unidos es donde hay más adopción internacional, y en efecto es donde hay un número más alto, pero cuando se calcula en función de la población, las cifras son incomparablemente más modestas que en España, por ejemplo— si se hace así, solamente España y Bélgica muestran niveles que multiplican por diez o por quince lo que ocurre en la mayor parte de los países de nuestro entorno, con la diferencia de que en Bélgica, ni
con mucho, se hacen tantas adopciones internacionales como se hacen entre nosotros. Por tanto, esta paradoja, esta anomalía de nuestro sistema de protección, me temo
que es un rasgo bastante característico nuestro. Como antes les decía, aproximadamente el 80% de los acogimientos que se hacen en familia extensa son iniciados por las propias familias. Otras modalidades de acogimiento menos fáciles de hacer, menos tradicionales, como los acogimientos de urgencia, los acogimientos profesionalizados o el acogimiento de inmigrantes ocupan un lugar mucho menor. Es cierto que en el acogimiento en familia extensa hay claros elementos de protección. Es un tipo de acogimiento que tiene muchas ventajas: suelen empezar a una edad temprana del acogido; son acogimientos que duran mucho tiempo y el niño no va dando saltos de una familia a otra o de una familia a un centro, y asegura más la continuidad social, emocional y cultural del niño o de la niña. Sin embargo, no se debe olvidar que en el acogimiento en familia extensa se dan también unos cuantos factores importantes de riesgo: estamos hablando de acogedores que suelen ser mayores, frecuentemente alguno de los dos con problemas de salud, más capaces de
atender las necesidades de los nietos cuando son más pequeños, cuando llegan a la adolescencia las cosas tienden a complicarse; son familias que están sujetas a un elevado nivel de estrés —en el estudio que realizamos el año pasado en Andalucía, el 80% de las familias acogedoras con un alto nivel de estrés lo eran en familia extensa—; tienen que lidiar con el difícil problema de que las fronteras
entre la familia acogedora y la biológica son muy difusas porque la madre del niño es la hija de la abuela y, por tanto, el hecho poner límites al acceso de esa madre a la casa para acompañar al niño o llevárselo, hace que las relaciones a veces sean muy complicadas —quién tiene el control, quién pone las normas, etcétera. Con frecuencia, ocurre que la madre del niño vive en la misma casa con la acogedora y con el hijo, lo cual hace más difícil todavía separar quién es quién y quién hace qué, etcétera. Paradójicamente estos acogimientos, que están entre los más difíciles por las razones que he indicado, son los que reciben menos recursos. Las familias que acogen a sus propios familiares tienen sistemáticamente menos formación que el resto de las familias acogedoras, tienen sistemáticamente menos compensación económica que el resto de las familias acogedoras y tienen sistemáticamente
menos apoyo profesional. En el estudio de Andalucía que antes les citaba —el dato es estremecedor— la familia extensa que tiene acogido un nieto recibe un seguimiento
técnico cada dos años; seguimiento técnico que con frecuencia es una llamada telefónica, mientras que cuando es una familia ajena hay tres seguimientos. Un seguimiento cada dos años es totalmente insuficiente para atender las necesidades que tienen esos menores y esas familias. La adopción nacional va languideciendo —hay tienen ustedes el contraste entre las cifras españolas de adopción nacional y las cifras españolas de adopción internacional. Como ven ustedes, nos mantenemos con una cierta tendencia a la baja; la adopción nacional ocupa un lugar bastante modesto en el sistema de protección en cuanto a la prioridad que supone. Hay muchos niños esperando familias que podrían ser adoptados y hay familias que están esperando adoptar pero que están a su vez esperando ser valoradas. Los profesionales están ocupados en alguno de los otros tsunamis a los que me refería antes. En cuanto al
estímulo y a los apoyos que recibe, también hay un enorme contraste entre lo que ocurre en la adopción internacional y la nacional. En mi opinión, con que la adopción nacional y el acogimiento familiar hubieran recibido la cuarta parte de los
recursos, humanos, profesionales, económicos, que se han destinado a la adopción internacional, la situación sería muy diferente. Y entiéndame ustedes bien, no estoy
haciendo un discurso en contra de la adopción internacional, que ha tenido una importancia extraordinaria y muy positiva entre nosotros; estoy haciendo un discurso sobre el olvido de estas otras situaciones. A esto se le añaden otros problemas, uno supongo que casi inevitable —se observa en muchos países—: los movimientos pendulares del sistema de protección. Hubo un época, a finales de los años ochenta y principios de los noventa, en que la primera medida de protección era llevarse
al niño, y tres o cuatro meses después se suspendía el régimen de visitas, y cuatro o cinco meses después entraba en acogimiento preadoptivo. De allí han venido luego algunas sentencias judiciales que han resultado llamativas porque no se había atendido adecuadamente a las posibilidades de recuperación que la familia biológica
pudiera tener, etcétera. De aquel extremo del péndulo donde la idea fundamental era separación lo antes posible, acogimiento preadoptivo lo antes posible, hemos pasado al otro extremo en el cual la alternativa fundamental es la preservación familiar; la preservación familiar a toda costa, que el niño se quede con la familia, que el niño no salga de la familia y dar a esa familia apoyo, recursos y demás. Y eso es lo que hay que hacer a no ser que eso vaya en detrimento de los intereses del niño y comprometan su bienestar presente así como otras alternativas para el futuro.
Los profesionales que hay en el sistema de protección en muchos casos tienen una formación inadecuada; vienen de otro sitio y pasan transitoriamente por el sistema de
protección, con escasa supervisión por parte de gente más cualificada y con más experiencia; tienen una enorme inestabilidad; es cierto que trabajar en este sistema es duro, pero es cierto también que la inestabilidad lo perjudica absolutamente, y las condiciones de trabajo son completamente inadecuadas. No tenemos datos para cuantificarlo pero nuestra impresión es que con mucha frecuencia un técnico puede tener a su cargo 200 o 300 familias. Es imposible. Con eso solo puede intentar apagar fuegos cuando se produzcan y cuando se entere de que se han producido.
La consecuencia, a mi entender, es que muchas de las medidas que toma el sistema de protección ponen a los niños en situación de riesgo. El sistema no solo no les está
protegiendo adecuadamente sino que está creando situaciones de riesgo, y no cumple su obligación básica y fundamental que es el interés y el bienestar de los menores.
En mi opinión, la prioridad fundamental de nuestro sistema es una drástica reducción de la institucionalización, muy decidida, pero muy progresiva; no se cierran las instituciones de la noche a la mañana. No sabemos muy bien cuántos niños tenemos, pero si tenemos 25 000 o 30 000 niños, no se les coloca en familias sencillamente porque digamos que tienen que ir a familias, por tanto, debe ser tan drástica como progresiva. Debe comenzar por los más pequeños; debe comenzar por experiencias de éxito, por tanto, lo lógico no es empezar con los adolescentes multiproblemáticos
que lo primero que hacen es incendiar la habitación en cuanto llegan; hay que empezar por las experiencias de acogimiento, como los acogimientos de urgencia, con niños y niñas más pequeños que dan un resultado fantástico, que producen una enorme satisfacción, que funcionan muy bien, y que permiten luego producir ese efecto de contagio, de oleaje. En paralelo a la disminución de la institucionalización
debería haber un incremento muy significativo de los acogimientos familiares y de su apoyo; debería haber un aumento significativo de las adopciones nacionales y de su
apoyo y deberían mejorar las intervenciones profesionales, para lo cual es imprescindible mejorar las condiciones de ejercicio profesional de estos profesionales.
Todos estos cambios se pueden hacer con la legislación que tenemos actualmente. La legislación actual permite, y no solo permite, obliga a hacer todo esto. Sin embargo,
una reforma legislativa que se creyera algunos de estos principios, que estuviera convencida de ellos, que los impulsara decididamente y que estableciera las formas de
hacerlo, haría mucho más fácil que el cambio se produjera y que lo hiciera en una dirección adecuada. Creo que es un cambio tan importante como inaplazable.
Señora presidenta, si puede concederme tres minutos más, ilustraré lo que acabo de decir con unos cuantos casos de distintas comunidades autónomas. No son casos
excepcionales, créanme, pero quiero que pongan cara, edad y perfil a los niños y niñas de los que estamos hablando, que no son solo un número en las estadísticas de
protección. Empiezo por el caso de tres hermanos, en la actualidad de siete, cinco y tres años, que llevan dos años y medio en acogimiento residencial. Son los hijos de un matrimonio, ambos toxicómanos, ambos con antecedentes penales, sus tres hermanos mayores están en acogimiento preadoptivo, por tanto habían sido separados pensando que aquella familia era irrecuperable, pero tal vez por los cambios de mentalidad del sistema, cuando nació la mayor de los tres de los que estoy hablando ahora, alguien decidió que a aquella familia había que darle una oportunidad y había
que darle más apoyos de los que había tenido. Por tanto, el bebé que acababa de nacer debía quedarse en la casa y a los seis meses revisar cómo estaban yendo las cosas. Nunca se revisó cómo estaban yendo las cosas. Cuatro años después, esa niña y sus dos hermanitos ingresaron en una institución, en la que llevan prácticamente dos años esperando que se pueda tomar alguna resolución. La madre está en la cárcel, presiona para que los niños no sean dados en adopción; no visita, no llama por teléfono, amenaza con utilizar los medios de comunicación si los niños son dados a otra familia, etcétera.
Tengo otro caso de un matrimonio, de otra parte de España, completamente alejada de la anterior, en su momento solicitantes de adopción nacional. Recibieron
una niña en acogimiento preadoptivo. Dos o tres años después hubo serias sospechas de que se estaban produciendo abusos sexuales por parte del preadoptante en relación con esa niña y fue separada de ellos. Tres años después esta familia solicita una adopción internacional. Los datos no se cruzan, no hay una base de datos que permita tenerlos centralizados. Afortunadamente, la edad de la niña que se les ofreció en adopción internacional era muy distinta de la edad que solicitaba la pareja, lo cual llevó al sistema a revisar el expediente. Entonces se encontraron con aquella
situación. Se hizo una denegación de la idoneidad por ocultación de datos. La familia recurrió judicialmente; el juzgado entendió que no había habido ninguna sentencia que condenara como abusador sexual a aquel padre, y decidió que esa familia debía ser considerada idónea. En estos momentos tienen una niña de adopción internacional con siete años.
Les cuento el caso de otro niño de otra comunidad autónoma que a la edad de cuatro años y medio había pasado ya por seis situaciones distintas, incluso por la de ir y volver dos veces con su madre biológica, que parecía que podía tener alguna posibilidad de recuperación. En un momento determinado, después de estar dos años y medio en instituciones, comienza la convivencia con una familia de acogida. El niño tenía muchos problemas emocionales, muchos problemas para el vínculo, problemas para dar cariño y para recibirlo, y hacía la relación emocional muy complicada. Desgraciadamente, el técnico que empezó a ocuparse del seguimiento desapareció del servicio y fue sustituido por una nueva persona, con otra formación y sin
ninguna experiencia. En estos momentos, el niño, que sigue teniendo problemas emocionales importantes, lleva dos años y medio esperando a que haya una familia adoptiva que pueda ser valorada. Hay familias esperando ser valoradas, pero no hay profesionales en el servicio para llevar a cabo esas valoraciones.
Otro niño de seis años es separado de su familia y entra en un centro; vuelve con los padres y vuelve de nuevo al centro. Cuando se va a plantear el acogimiento familiar se pone un recurso en contra del desamparo por parte de los padres biológicos y el juez decide que hay que esperar. El niño lleva cinco años en un centro esperando a que todo esto acabe por resolverse. Ya ha desarrollado todos los síntomas típicos de la institucionalización. Es un niño emocionalmente ya muy dañado cuyo emplazamiento familiar va a ser muy complicado.
Les hablo ahora de una niña que a la edad de seis años cuenta a una compañera de clase lo que le está pasando con su padre. La compañera se lo cuenta a sus padres y a
la profesora. Hay muchas evidencias de abusos sexuales. Desgraciadamente los técnicos que se ocupan de este caso están recién incorporados al servicio. La niña, incomprensiblemente, ingresa en un centro; y digo incomprensiblemente porque el abusador debiera haber sido alejado de la niña, no la niña del núcleo familiar y de sus amigos. El equipo especializado en abusos sexuales empieza a intervenir
un año después del ingreso de la niña en el centro. La niña es después trasladada a otra provincia para estar más cerca de los profesionales que podían atenderla,
etcétera. Podría seguir contándoles casos en los que, como ven, hay intervenciones tardías, tomas de decisiones no acertadas o, con frecuencia, interferencia de las intervenciones judiciales. Creo que les he leído un caso en el cual no había juzgado de familia en aquella provincia y, por lo tanto, el tema es decidido por un juez de primera instancia, que acaba de ver un caso de un litigio por una herencia o por unas lindes de un terreno y que, a continuación, ve el caso de un niño. Los niños entran en centros. Hay una enorme inestabilidad de los profesionales.
Creo que he abusado de mi tiempo. Muchas gracias, señora presidenta. Estoy a su entera disposición.
La señora PRESIDENTA: Gracias, señor Palacios. Pasamos al turno de portavoces.
Por el Grupo Parlamentario Catalán en el Senado de Convergència i Unió, tiene la palabra la señora Aleixandre.
La señora ALEIXANDRE I CERAROLS: Gracias, señora presidenta.
Bienvenido, don Jesús Palacios, a esta comisión. Ha hecho usted una descripción al final casi apocalíptica, pero creo que es real. Usted ha hablado de cómo debería hacerse y luego de cómo se hace; por desgracia, es muy distinto cómo se hace de cómo debería hacerse. Me surgen algunas preguntas, por ejemplo, es curioso que las distintas webs no hablen nunca de acogimiento familiar y no tengamos información sobre ella cuando en este país, al menos en Cataluña, hemos hablado de acogimiento
familiar durante muchos años; además, resulta que es una de las tecnologías utilizadas actualmente por la mayoría de las familias jóvenes, porque realmente los acogedores deberían ser mayoritariamente de unas edades relativamente jóvenes. También es curioso que las cifras oficiales sean engañosas; todo el mundo sabe cómo hay que hacer las estadísticas si quieres que los resultados sean los que tú quieres, pero que lo haga oficialmente alguna institución tiene poca gracia, al menos no tiene ninguna razón de ser. También me ha llamado la atención que las
últimas cifras que tiene usted son del 2006, prácticamente, hace casi tres años; en este país las estadísticas van tarde pero tres años me parece una exageración. Incluso alguien puede decir: no, pero es que está mejorando o está empeorando, y no lo sabemos. No se tiene en cuenta oficialmente a la familia extensa. ¿Cree usted que es malo que la familia extensa recoja al niño de alguna forma? Es una forma rápida de hacerse. Pienso que el que una abuela o unos abuelos se queden con el niño, cuando los padres faltan o cuando hay algún problema con ellos, es la forma ancestral de quedarse la familia con él. De aquí la figura de los padrinos, que en la
actualidad ha desaparecido. La idea, incluso de algunas religiones, de utilizar un padrino era para que si los padres morían y los abuelos eran mayores —la vida media de Europa en este caso era de muy pocos años— hubiese otras parejas jóvenes que se hicieran cargo del niño. Actualmente, la idea del padrino no existe, pero debería
existir. Me refiero a la idea del padrino en el sentido real. Algunas familias hemos utilizado, cuando los niños eran pequeños, el padrino como posible albacea si nos pasaba algo a los padres porque los abuelos eran mayores o habían muerto. Todos tenemos una estructura familiar determinada, pero mi pregunta es: ¿Deberíamos institucionalizar de alguna manera esta forma de que la familia o alguien de la
familia tuviese asignados a estos niños con carácter previo a que les pasase algo? ¿Cree usted que esto es malo? Ha comentado usted que había mucha más adopción
internacional que nacional ¿No cree que esto se debe a una moda? Lo primero que incide en ello es una legislación incorrecta. Usted ha dicho que la legislación actual permitía hacer las modificaciones necesarias; nosotros hemos oído a muchas personas y empezamos a dudarlo. Precisamente estamos aquí para ver qué podemos cambiar desde el punto de vista de la legislación. Además ha sido una moda que ha tenido como altavoces a los medios de comunicación, que hablan de adopciones internacionales y no de las nacionales. Parece que eso de adoptar a un niño de
aquí no queda bien. Mi pregunta es: ¿Cree usted que a través de este entorno social podríamos favorecer las adopciones aquí? ¿Por qué cree usted que los acogimientos
familiares siendo más baratos —y con poco podríamos solucionarlo— no reciben apoyo del Estado o de las instituciones? ¿Por qué no reciben apoyo económico? ¿Es que
no tenemos la legislación oportuna para que lo reciban? ¿No lo pueden recibir? ¿No lo quieren recibir? ¿O no lo reciben por otros motivos? A mí me ha quedado esta pregunta también pendiente. Ha quedado claro que los profesionales tienen poca
formación ¿Qué deberíamos hacer para que hubiese formación? ¿No hay en este país titulaciones que requerir a estos profesionales? ¿Depende de las comunidades autónomas o del Gobierno central la estabilidad o inestabilidad profesional? ¿Dónde ha visto usted más problemas? Al final incumplimos la obligación de todos, que es dar protección al menor. Usted ha hablado de una drástica reducción institucional
¿Cómo? Empezando por los más pequeños, pero ¿Cómo? ¿Quién va a tomar la decisión aquí? ¿Quién debería tomarla? ¿Por qué hay tantas familias esperando ser valoradas? ¿Qué institución debería hacer que hubiese más familias o debería poner más profesionales? ¿De quién depende con nombre y apellidos? Porque no me gustaría que una comunidad diga de quien depende y otra no. ¿Por qué las instituciones han puesto más profesionales a valorar adopciones internacionales que nacionales?
¿Sabe usted por qué? Y, por último, ¿no podemos en este país empezar a responsabilizar a las instituciones, a los profesionales o a los jueces por sus decisiones? En este país una palabra que se ha utilizado poco es responsabilización.
Yo creo que nuestras leyes deberían responsabilizar al adulto, al adolescente y, en este caso, también a las instituciones; porque en muchas ocasiones todo el mundo tiene derechos y pocos tienen responsabilidades. Además, creo que deberíamos responsabilizar de los derechos del niño a algunas instituciones ¿Cómo cree
usted que deberíamos hacerlo? Muchísimas gracias por todo. En especial, por su aportación que ha sido muy, muy, interesante.
La señora PRESIDENTA: Gracias, señora Aleixandre. Tiene ahora la palabra, por el Grupo Parlamentario de Entesa Catalana de Progrés, la senadora Burgués.
La señora BURGUÉS BARGUÉS: Gracias, presidenta.
Buenos días y bienvenido, don Jesús Palacios. Muchas gracias por su intervención y por la claridad de sus conceptos, que fijan de una manera muy definida cuáles
son las prioridades en la atención a los menores. Usted ha señalado tanto en las respuestas realizadas al cuestionario como en su intervención, hoy, la importancia que tiene la adopción nacional frente a los acogimientos familiares y, sobre todo, ha hablado de una palabra que es la desinstitucionalización y que hacía muchos años que no la oía. Sí que conozco experiencias —y experiencias positivas— de desinstitucionalización. Así, en los años ochenta y noventa se quiso cerrar las instituciones para los menores —quizá se deba a un movimiento pendular, como usted ha
comentado—, pero no se llevó a cabo. También las palabras tienen su importancia como es el concepto de la desinstitucionalización, que se había perdido y que, como
hemos oído aquí —desde su punto de vista y el de otros comparecientes—, es el último recurso al cual debería acudirse. Ciertamente, creo que en España se ha abusado
de este recurso institucional y se ha resistido al cambio de modelo. En otros países europeos, por ejemplo, en Inglaterra —caso que conocerá, ya que usted está allí— hace ya muchos años que no existen; en todo caso, existe alguna pequeña residencia, pero con el modelo más parecido a una familia y que no tiene nada que ver con las instituciones que tenemos aquí, que puede que desde el punto de vista de una organización administrativa sean muy ordenadas y muy correctas, pero que para los niños no es nada positivo ni conveniente. Quería señalar una reciente sentencia del Tribunal Supremo, en relación con el conflicto de intereses entre el interés de los padres biológicos —que es uno de los problemas que también ha salido y que creo que no tenemos del todo solucionado— y el del menor. Esta sentencia reconoce por encima de todo el interés del menor. En mi opinión, a partir de aquí nos da una cierta esperanza de que los jueces puedan plasmar en sus sentencias este interés superior del menor. Hasta ahora no ha sido así ya que ha prevalecido el interés biológico de los padres por encima del interés del menor. Y hemos visto niños que han entrado en instituciones o en familias de acogida y que han vuelto a las familias cuando han sido reclamados, sin poner solución definitiva a sus problemas. Quizás habría que haber empezado con una prevención a las familias; dándoles apoyo; y, finalmente, buscar esta alternativa, ya sea en acogimiento familiar en la familia extensa o en una familia acogedora exterior. Pero, evidentemente, nos falta esa atención y apoyo a las familias acogedoras. Falta apoyo técnico, pero es que —como usted muy bien señala— los técnicos y los profesionales que se dedican a este campo tienen muy poca cultura de este proceso, de este cambio cultural, que es atender a las familias de acogida. Este acompañamiento a las familias, que tiene que ser por parte de los profesionales, ya falla por la propia formación de los profesionales y también de los jueces. Por tanto, la formación —se ha repetido varias veces en esta comisión
de adopción y por los comparecientes anteriores— es un aspecto importantísimo; también, el apoyo a las familias y, evidentemente, la prevención, porque —como usted nos ha dicho— la mejor protección es la familia. Creo que es uno de los aspectos también muy importantes. Hay un problema en los últimos años al que es más difícil,
desde mi punto de vista, encontrar una solución que es la llegada de los menores no acompañados; porque si ya es un problema que un niño pase un cierto tiempo en una institución, pongamos dos—tres años, cuál no será la dificultad de un menor extranjero que viene aquí con costumbres, idioma y cultura diferentes para poder encontrar una familia idónea. Supongo que necesitará de mucho más apoyo tanto la familia como el niño. Y aquí encuentro una cierta dificultad para que el niño no sea atendido en una institución y pueda pasar a una familia, si no directamente, tan pronto como sea posible. Me parece que ya, más o menos, he comentado lo que
usted nos ha ido exponiendo. Creo que es muy importante su exposición, sus reflexiones y sus conclusiones. Pienso que el cambio es tan importante y necesario como inaplazable. Un cambio del que hace responsable, de alguna manera, a esta comisión. Debemos entre todos encontrar una solución a este problema, que es grave porque es el futuro. Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, senadora Burgués. Ahora, por el Grupo Parlamentario Socialista, tiene la palabra el senador Bedera.
El señor BEDERA BRAVO: Muchas gracias, presidenta.
Bienvenido, señor Palacios, en nombre del Grupo Socialista. La verdad es que teníamos muchísimo interés en que llegara este momento, en que tuviera usted esta
comparecencia. Además, en un estadio de esta comisión donde ya tenemos pergeñadas algunas de las posibles conclusiones y los grupos vamos de la mano, nos hacía falta
esta visión de los psicólogos. Por lo tanto, teníamos mucho interés en que usted viniera. Nos parece que es una de las comparecencias cruciales en esta comisión.
Se nota que es docente por cómo ha hecho usted la exposición, pero además en la contestación al cuestionario ha sido muy directo; hace afirmaciones muy rotundas
—yo también diría que muy valientes, en algunos casos—, no esquiva las preguntas; contesta directamente y yo, en nombre de mi grupo, se lo tengo que agradecer.
Empezaré con algunos temas. Le vamos a pedir que si no es este el momento para responder a alguna de las cuestiones que le podamos preguntar, nos enviara documentación, que seguramente que usted dispone de bastante, sobre todo, en el ámbito internacional al que me referiré a continuación. En nuestro grupo estamos muy de acuerdo con algunas afirmaciones rotundas —como decía antes— que ha hecho usted. Esa dicotomía entre adopción nacional y adopción internacional, un poco la hermana pobre y la hermana rica, ha sido esta paradoja española lo que originó que se llevara a cabo la petición y que ahora se sustancie en esta comisión. Precisamente ante la visión de un país que porcentualmente era el que más adopciones internacionales recibía, algunos nos preguntamos qué estaba ocurriendo en España; y cuando vimos lo que estaba ocurriendo, que había más de 30 000 niños sujetos a tutela
de la Administración y, de ellos, la mayoría en instituciones, nos pareció que era la ocasión de hacer algo. Por lo tanto, dentro de lo malo hay un efecto positivo, que es esta misma comisión. La impresión que tenemos todos es que durante los últimos
años ha habido muchos avances. Esta es una materia competencialmente ubicada en las comunidades autónomas y es verdad que da la impresión de que todas ellas están dedicando cada vez más recursos y están haciendo más cosas alrededor del tema de la protección del menor. Si esto es así, y los datos que usted nos presenta son los
que nos ha dado a conocer, la primera pregunta que le voy a hacer en nombre de mi grupo sería: ¿Quizás estamos ante un problema estructural? Toda su intervención ha
girado en torno al mismo eje, es decir, tal vez estemos partiendo de una estructura equivocada porque estamos planteándolo todo desde la institucionalización y, desde ahí, estamos intentando buscar vías. Las comunidades autónomas que han comparecido aquí nos han hablado de algunos tipos de acogimiento: los acogimientos de urgencia,
los acogimientos para los más pequeños —en la Comunidad de Madrid—; pero parten de un planteamiento que —tal y como usted nos presenta— pudiera ser equivocado, ya que primero comienzan por la institucionalización y después empiezan a canalizar, a derivar, hacia los acogimientos. Por tanto, aunque haya muchos recursos y mucha voluntad de las comunidades autónomas y del Estado para mejorar la cuestión de la protección a la infancia, si el planteamiento es erróneo, de nada sirven. ¿Quizá
habría que cambiar estructuralmente nuestro planteamiento de la protección al menor? Usted conoce bien el sistema inglés, y quizás algunos otros países que empezaron de
esta manera llevan más años que nosotros y han tomado la determinación de cortar de forma drástica, evidentemente, con las salvedades y las cautelas que usted también ha
puesto de manifiesto, para hacerlo progresivamente. Por lo tanto, primera pregunta sobre la estructura de nuestro sistema de protección. Como decía hace un momento la senadora Burgués, usted es un gran conocedor del modelo inglés. Creo que ha estado el último año en Cambridge —un año sabático—, por lo que conoce bastante bien y ha trabajado en el modelo británico. Este portavoz preguntó a uno de los comparecientes por el modelo británico y se nos decía —también hacía referencia a ello la senadora Burgués— que el modelo británico enmascara una cierta forma de tratamiento institucional porque, sin serlo, al final lo que propicia es que las familias acaben teniendo acogidos a seis, siete, ocho o diez niños que funcionan en situación
de familias, pero como pequeños reductos, pequeñas instituciones con este número de niños. La pregunta sería: usted que es conocedor de ello ¿nos puede responder
cómo funciona? También nos gustaría que nos hiciera llegar —si no tiene aquí los datos—, si es tan amable, algún tipo de comparativa internacional para ver cómo está la situación, no solamente estática, sino también dinámica. Porque por lo que contesta usted en el cuestionario me da la impresión de que algunos países han transitado ya por esta vía y han tomado decisiones a la vista de lo que ha ido ocurriendo. Quizás estemos nosotros más retrasados en ese sentido y alguna experiencia internacional nos pudiera abrir un poco los ojos para ir más deprisa en esa situación. Nos vendría muy bien para las conclusiones de esta comisión.
Acaba de decir usted una cosa que he oído hace apenas dos semanas en una jornadas nacionales que se celebraron sobre adopción y acogimiento en Asturias, y hacía referencia a ellas el adjunto del Síndic de Greuges catalán señalando exactamente eso que usted ha dicho, y es que realmente es mucho más costoso mantener la institucionalización que optar por una vía que, por otra parte, es a la que tiene
el niño derecho, según todos los tratados internacionales, que a tener una familia. Yo me pregunto si esto es suficientemente conocido porque pudiera parecer, fectivamente, que uno de los problemas es que esto podría costar mucho dinero y, por lo tanto, dada la situación económica en la que estamos, quizá no fuera el momento. El Síndic de Greuges nos venía a decir, más o menos, que con la institucionalización
de los niños que hay en Cataluña, utilizando ese dinero, invirtiéndolo en el cogimiento, se podía sacar un rendimiento tres veces superior al que se estaba
obteniendo en estos momentos. Me gustaría pedirle que, si pudiera, ahondara un poco más en esta cuestión porque no nos la han puesto encima de la mesa hasta ahora y puede ser un aspecto capital. Ha tocado usted también un tema interesantísimo —sobre
el que algún compareciente solamente ha pasado de puntillas—, me refiero a los profesionales. Hasta ahora pensábamos que los profesionales que funcionaban en las
comunidades autónomas, en el Estado, eran gente preparada. Yo sigo pensando en el entorno en el que me muevo los profesionales precisamente hacen honor a ese nombre.
La cuestión está en la movilidad, en la inestabilidad; es decir, el profesional pasa y el niño o el menor permanece. Ese sería un poco el enunciado del problema. Esto no tiene una fácil solución porque, entre otras cosas —y usted ha citado una de ellas, aparte de otras—, este trabajo directo es un trabajo muy duro; es un trabajo en el que quizás el elemento vocacional es importante y si se le adjudica al más moderno, en cuanto puede se sale de ahí. Es decir, es difícil no implicarse emocionalmente. Por otra parte, tampoco la implicación excesivamente emocional es adecuada;
esto es como lo de los médicos. Pero ha dicho usted una frase fantástica: por lo menos, tener en la cabeza el caso del niño; no empezar a preguntar cada dos años a ver quién es el que está. El profesional si tiene trescientos casos es muy difícil que los tenga todos en la cabeza; si fuera así, sería un fenómeno, pero no es lo que abunda más. Y, al final, los desatendidos son los menores que están en esa situación. Puesto que ha planteado el tema, ¿ha reflexionado un poco sobre cómo se podría corregir? Y es delicado porque ya sabe usted que tocar el tema de los profesionales siempre provoca, inmediatamente, cierta puesta en tela de juicio de algunas afirmaciones, pero, aparte de que el resto empecemos a pensar ahora en ello
¿podría usted indicarnos algún camino? Dos últimas cosas —ya termino, presidenta—, pero es que es muy interesante esta comparecencia. Usted no ha hablado sobre ello, pero en la contestación al cuestionario hacía referencia a un tema que venimos repitiendo aquí a los comparecientes: la adopción abierta como posibilidad real, lo que podría facilitar muchos casos. Usted señala que lo más importante de todo es elegir bien el tipo de protección. Y aquí volvemos de nuevo a los profesionales;
unos profesionales bien preparados harán un diagnóstico adecuado de cada niño, que es un mundo y, por lo tanto, le aplicarán la medida de protección que sea más acorde con su personalidad. La adopción abierta es una de las posibilidades que tenemos, que no se está utilizando en España, pero sí en muchos otros países. Que —aquí se ha dicho también— se ha utilizado indirectamente en otros períodos en España, después de la guerra, hasta los años 50 se daba el prohijamiento o se nombraba a los padrinos; efectivamente, cuando una madre o una familia no podía tirar de sus siete hijos o lo hacía la hermana soltera pero con medios, y la única diferencia era que, en efecto, no había ruptura del vínculo de filiación. En este caso, la posibilidad
de seguir contando a estos efectos de comunicación con los padres biológicos nos parece que es una de las propuestas que quizá pudiera salir de esta comisión y está
muy bien que usted la haya citado. La última cuestión, un poco siguiendo la línea de mi compañera, la senadora Burgués, es si nos puede hacer alguna valoración de esta sentencia que nos parece —a mí particularmente— revolucionaria. Es la primera vez que el Tribunal Supremo se pronuncia a favor del interés superior del menor. Se trata de una niña de ocho años que llevaba seis años en acogimiento; cambia la situación de la familia biológica y el juez, el Tribunal Supremo, en este caso,
sentencia que se quede con la familia de acogida por el interés superior del menor. Tamara, la niña, evidentemente estaba mejor con los padres de acogida que con la familia biológica, pese a que estos se hubieran regenerado —en este caso la madre, porque el padre había muerto— y ya no se diera la situación que ocasionó el desamparo. De nuevo, quiero reiterarle nuestra gratitud por su comparecencia
y su información. Muchas gracias, presidenta.
La señora PRESIDENTA: Gracias, senador Bedera.
Por último, por el Grupo Parlamentario Popular en el Senado, tiene la palabra la senadora Elorriaga.
La señora ELORRIAGA PISARIK: Muchas gracias, presidenta.
Muy buenos días, profesor. Mi agradecimiento por haber aceptado comparecer ante esta comisión, muy interesante por otro lado. Agradecimiento que le hago llegar en mi nombre y en el de mi grupo, el Grupo Parlamentario Popular. Sabemos de su trayectoria, profesor, de su labor docente e investigadora, que siempre ha girado en torno a la familia y a la protección infantil. Tenemos constancia, también, de que es usted vocal del Consejo Andaluz de Asuntos de Menores, por tanto, asesor de la consejera andaluza, que también tuvo la oportunidad y compareció aquí, doña Micaela Navarro. También compareció usted en esta Casa en el año 2003, con motivo de otra comisión que hubo vinculada, precisamente, a la adopción internacional.
En primer lugar, insisto en el agradecimiento. Veo que conoce usted bien todas las situaciones en las distintas comunidades. Yo tengo el honor de haber llevado la Consejería de Familia en la Comunidad de Madrid. Conozco de cerca la situación de Madrid, a los profesionales de Madrid y sí tengo que decirle que mi opinión, en cuanto a los profesionales, varía. Por lo menos en Madrid tenemos unos profesionales magníficos en el Instituto del Menor y la Familia, que han trabajado de una manera, muy, muy intensa; se ha potenciado muchísimo el acogimiento y en esa línea se ha trabajado con campañas; con búsqueda de más familias acogedoras; con apoyo a las asociaciones que han trabajado; es decir, el recuerdo que tengo —ya hace unos años que dejé aquello— era que se trabajaba muy seriamente, con mucha intensidad y, desde luego, en la línea que aquí estamos planteando. Comentaba usted cuando compareció aquí en el año 2003 que los procesos de adopción internacional ponían en marcha
procesos y contenidos distintos a los relacionados con la adopción nacional. Mencionó en aquel momento un informe que había sido encargado por el Ministerio de
Trabajo, que en aquel entonces no estaba finalizado, pero supongo que a fecha de hoy sí. Por tanto, transcurrido ya este período a mí me gustaría preguntarle si sigue usted considerando que existe una gran diferencia entre la adopción internacional y la nacional. Hoy hablaba aquí de la adopción internacional como un tsunami. Aunque hay diferencias obvias, usted planteaba que en la adopción internacional se daban menos casos de ruptura que en la nacional. Esto es algo que me preocupa. Me preocupan
mucho las adopciones truncadas y el proceso que va in crescendo, permanentemente, y en otros países europeos todavía más. Si en la adopción internacional hay menos
casos de adopciones truncadas, ahí habría un punto más a favor de la adopción internacional. Me preocupa mucho esa comparativa y también que usted hablara de distintos perfiles en cuanto a que eran distintos los padres que querían una
adopción nacional de los padres que querían una internacional. Eso también puede ser un poco preocupante porque podemos estar hablando ahí de elección de niños por
otros motivos; así, para evitarse problemas a lo mejor es más cómoda la adopción internacional porque se supone que la familia biológica está más lejana y, por tanto, puede dar menos problemas a la familia. Una vez terminados esos estudios me gustaría saber a qué conclusiónes han llegado. En otros trabajos suyos que he leído habla usted de retos para mejorar los acogimientos familiares. Desearía que nos enumerara alguno de ellos. ¿Qué se debería hacer para conseguir esa mejora? Y, una vez alcanzadas esas metas, ¿afectarían al proceso de la adopción nacional? Es decir,
¿mejoraría la situación de la adopción nacional si trabajamos a favor de esos acogimientos? Otro tema que me preocupa bastante es la mediación familiar, que ha sido recientemente regulada en Andalucía y en Madrid tenemos una ley desde el año 2007. ¿Va a suponer todo ello una mejora de cara a la adopción nacional?
Quería hacerle también una pregunta, en este caso es muy concreta. He visto que se va a celebrar en Almería el VIII Foro Andaluz de la Infancia y que tiene como lema la
responsabilidad parental. Yo no sé si usted como miembro de ese consejo sabe si se van a abordar estos temas que hoy estamos tratando aquí o si no tiene nada que ver.
En cuanto a los temas de la institucionalización, ha hecho usted una referencia como otro de los tsunamis a los Menas. Esto me preocupa muchísimo, en Madrid lo hemos padecido de una manera realmente intensa. Porque ¿qué hacemos con los MENA? Creo que los MENA deben ser institucionalizados porque ¿qué haces con este tipo de chicos que vienen con las edades que vienen, de países en los que en muchas ocasiones los mandan aquí a trabajar, con lo cual vienen con otros objetivos? Esos chicos son
muy difíciles de encajar en una familia porque les rompes los esquemas con los que ellos han venido a este país. Además, ellos siguen —yo he tratado mucho con ellos—
en contacto con sus familias porque son las propias familias las que en muchas ocasiones les han enviado a España. Por tanto, creo que sí existen algunos grupos en los que no habría otra posibilidad más que el recurso residencial. No sé si estoy equivocada o no. Quería saber su opinión y si es así qué grupos serían más excepcionales y necesitarían el recurso residencial. Porque yo opino que no se puede
romper del todo el sistema que tenemos; este debe permanecer en algunas de las situaciones para dar los servicios que hoy estamos ofreciendo a los menores. Comparto con usted que estos temas, efectivamente, afectan a muchas partes, porque estamos hablando de las familias de origen; de las acogedoras; de los profesionales, de los que se habla mucho; y de la Administración. Por tanto, estamos hablando
de un tema muy complejo que es todo el sistema de protección. Comparto con usted que, desde luego, lo mejor es la prevención; que hay que insistir en el trabajo en la prevención; que hay que actuar rápido y cuanto más pequeños, mejor. Pero me preocupa —ya he hecho referencia a ello al principio de mis palabras— la visión que nos da usted sobre los profesionales. Nos dice que hay que formarlos, que tienen que tener capacidad de tomar decisiones, que tienen que ser estables, pero aquí hago una pregunta que ya se ha hecho en esta sala y es: ¿Cómo podemos solucionar esto? ¿A quién tenemos que recurrir? ¿Son las comunidades autónomas las responsables? Y lo enlazo con una contestación que ha hecho usted al cuestionario, en la que nos dice que su impresión es que hay opacidad estadística y que no hay un organismo que centralice información detallada. ¿Cree usted que es necesario ese organismo a
nivel nacional para que pueda haber mayor homogeneidad? ¿Eso nos permitiría tener mejores datos sobre todo lo que estamos hablando? La verdad es que la cuestión de los
profesionales es uno de los temas realmente serios. A mi me preocupa también —y lo he comentado con los compañeros de mi grupo— que los menores cambien muy frerecuentemente de profesional; es decir, un niño mientras está en un centro tiene un psicólogo, cuando pasa los seis años tiene que ir a lo mejor a otro centro, entonces, cambia también de profesional. Esos cambios afectan mucho al menor.
Me han preocupado mucho los problemas a los que usted hace referencia en la familia extensa, porque yo creo que en las adopciones, aparte de todo lo que estamos hablando aquí, sería importante hablar de los afectos, también.
Creo que en el sentido de los afectos, ahí la familia extensa ganaría, es decir, es preferible —a mi juicio, tampoco sé si estoy equivocada— que si al niño lo puede tener una tía o una abuela, al margen de que lo haga mejor o peor, tiene ahí una carga de afectos familiares que le van a beneficiar y al final eso puede mucho en los niños. Yo he trabajado mucho y en los centros ves niños a los que a lo mejor la mamá los ha sacado un día; y los saca muy poco, pero ese día los ha llevado en el metro y el niño guarda el billete del metro y lo lleva en la mano como recuerdo.
Luego, la potencia del afecto materno es muy grande. Todos estos planteamientos me producen muchas dudas y me gustaría que usted nos las aclarase. Entiendo que hoy
es difícil pero —igual que planteaba el representante del Grupo Parlamentario Socialista— nos podría enviar más información. Porque me plantea un dilema importante: si hablamos de que la adopción es la medida más radical en tanto en cuanto jurídicamente supone una filiación y, por tanto, una ruptura del vínculo con la familia biológica, estamos ante un proceso irreversible. El padre que adopta
es el padre de ese niño, hay una filiación jurídica. ¿No habría que fortalecer los procesos previos antes de llegar a la figura extrema, que es el momento en el que ya separas al menor de los padres biológicos? Por tanto ¿no sería aconsejable fortalecer unos sistemas previos en el interior de la propia familia antes de separar al menor de su familia biológica? ¿No cree usted en la importancia de los vínculos de la sangre? ¿No cree que el que un niño pertenezca a una familia también le está creando unos lazos afectivos importantes? Lo vemos también en personas que,
una vez adultas, aunque no han conocido a sus padres biológicos, tratan de buscarlos como sea y tratan de saber cuáles son sus orígenes. Pues a mí eso me genera
mucha preocupación. Como han dicho mis compañeros, seguiríamos preguntándole
pero el tiempo nos limita. Muchísimas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, senadora Elorriaga.
Ahora, para contestar a las preguntas vuelve a tener la palabra el señor Palacios.
El señor PALACIOS GONZÁLEZ (Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Sevilla): Muchas gracias.
¿Tengo alguna restricción de tiempo? Porque tengo muchas preguntas y me gustaría contestarlas todas. La señora PRESIDENTA: ¿Cuánto tiempo necesitaría?
El señor PALACIOS GONZÁLEZ (Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Sevilla): Intentaré contestar
en quince minutos. Muchas gracias a las senadoras y al senador que han
intervenido por sus expresiones y por las preguntas que me hacen, que me permiten concretar algunas cosas. En primer lugar, debo decir —probablemente no he sabido hacerlo— que algunas de las cosas que he dicho inevitablemente son generalizaciones; es decir, cuando digo que en la página web del Ministerio de Sanidad y Política Social y de otras comunidades autónomas no existe el acogimiento familiar no quiere decir que no haya comunidades autónomas donde el acogimiento familiar sí existe, como la de Madrid, por ejemplo. Cuando digo que unos de los problemas que hay en el sistema es la formación de los profesionales no estoy diciendo, de ninguna manera, que no haya profesionales bien formados. Lo que estoy diciendo es que la inestabilidad profesional es tal que hace que, continuamente, aparezcan durante temporadas relativamente cortas de tiempo profesionales que no tienen nada que ver con el sistema de protección; que vienen de otro asunto; que vienen de otra cosa y que se enfrentan a una problemática que es muy compleja y específica. Pero, naturalmente, el que estos profesionales existan no quita para que haya muchos otros profesionales que son verdaderos profesionales; conozco magníficos profesionales
en cualquiera de las comunidades autónomas de las que ustedes proceden, puedo identificarles con sus nombres y apellidos, que llevan muchos años trabajando y
que saben hacer muy bien su trabajo. Pero, eso no quita para que haya otros muchos profesionales a su alrededor que estén sujetos a estas condiciones de trabajo y de formación, etcétera, a las que me refería. Voy a intentar responder de la manera más esquemática posible a todo lo que se me ha planteado. Disculpen que no me refiera a ustedes por sus apellidos pero ustedes se conocen, dicen sus apellidos entre dientes y para mí es difícil retenerlos. La senadora que ha intervenido en primer lugar, entiendo que del Grupo de Convergència i Unió, me ha planteado el tema de la estadística. Creo que empeoramos. En estos momentos la información que hay en el boletín de protección de la infancia, en la web del Ministerio de Sanidad y Política Social es peor que la que había cuando estaba en Trabajo y Asuntos Sociales, ha desaparecido parte de la información, ahora lo que hay prácticamente se limita a adopción internacional y a adopción nacional. Las estadísticas son peores. No creo que haya ninguna mejora en ese sentido. Aprovecho la segunda pregunta que me ha hecho para contestar a lo que se me acaba de plantear por parte de la portavoz del Grupo Popular, en relación a si me parece malo el acogimiento en familia extensa. A mí me parece fantásticamente bueno, formidable y estupendo. Debo decirles que me parece estupendo en nuestra cultura, es decir, somos relativamente excepcionales. Han hablado de mi reciente experiencia en Inglaterra; allí ocurre al contrario
que aquí: el 80% de los acogimientos son en familia ajena y solo el 20% son en familia extensa porque su lógica es: esta señora que tiene estos problemas con este bebé, los tiene porque la familia de la que procede es una familia multiproblemática. Y lo único que vamos a hacer es, si me permiten decirlo gráficamente, sacar al niño de la fotocopia para ponerlo con el original, es decir, sacamos al niño de la madre para ponerlo con la abuela. Aquí hay un peso cultural importante. Es fantástico para nosotros que la primera opción que se plantee sea el acogimiento en familia extensa porque eso resuelve muchos problemas de vínculos, de afectos y de identidad. Según el estudio que hemos hecho en Andalucía; los acogimientos que empiezan más temprano, muchos de ellos cuando el niño es muy
pequeñito, es un bebé, son los que tienden a no interrumpirse. Lo que a mi me preocupa en relación con el acogimiento en familia extensa es que resulta mucho menos apoyado que el resto de los acogimientos. Es decir, puesto que es la abuela; puesto que ya está en su familia; puesto que no hay dudas sobre ese acogimiento; puesto que se hace por el cariño; entonces la compensación económica se discute:
¿Pero si es la abuela? En efecto, es la abuela pero tiene que comprarle zapatos y por llevar el carné de abuela no se los regalan, es decir, tiene que comprárselos. Tienen mucha menos formación, apoyo profesional, seguimiento, etcétera, etcétera. Ese es el aspecto fundamental. El hecho de que sea el acogimiento más fácil de hacer y de mantener, no debiera permitir que fuera el menos apoyado. No olviden ustedes que son personas que con mucha frecuencia, cuando el niño entra en acogimiento familiar, superan los sesenta o sesenta y cinco años de edad, es decir, que cuando el niño o la niña tenga quince años, uno de los dos probablemente haya fallecido o esté incapacitado por una enfermedad importante y el otro tiene setenta y cinco u ochenta años y no está en condiciones de hacerse cargo de los trajines, los quehaceres, las tensiones, etcétera, que se generan alrededor de un adolescente y, por tanto, necesita mucho más apoyo. En modo alguno mi discurso cuestiona la bondad, el interés y la pertinencia del acogimiento en familia extensa, pero sí el modelo de
menos intervención profesional y de menos apoyo profesional que hay entorno al mismo.
Efectivamente, ha habido —a los adoptantes no les gusta que se hable de la moda de la adopción internacional— un cierto contagio en la adopción internacional. En
parte ha venido provocado por el hecho de que ha habido en España en los últimos años unas pocas —muy pocas, pero muy llamativas— sentencias judiciales que echan
para atrás a cualquiera. Sentencias judiciales de un niño o una niña que está en acogimiento, por ejemplo, el caso del niño de El Royo, el caso de Diego es un caso paradigmático: niños que están en acogimiento preadoptivo que tienen todo el perfil, que están muy bien puestos y les va muy bien el acogimiento preadoptivo, pero de pronto una sentencia judicial incomprensible hace que ese niño salga de ese acogimiento. Cualquiera que se mire en ese espejo no quiere verse, es decir, yo no quiero traerme a casa un niño para hacer de él mi hijo cuatro días después de que haya llegado o, incluso, con mucha frecuencia, cuatro días antes para que dos o tres años después una sentencia judicial acabe diciendo que el niño se tiene que marchar. ¿Qué es lo que ha ocurrido de hecho? En realidad lo que está ocurriendo es que el perfil de la adopción internacional está cambiando, es decir, si recuerdan ustedes antes el dato que les daba, hay una caída hacia abajo, los niños y niñas que
llegan de adopción internacional se parecen cada vez más a los niños y niñas que tenemos en adopción nacional. Empiezan a llegar grupos de hermanos, empiezan a llegar
niños y niñas con problemas, etcétera. La razón por la cual hay menos adopciones truncadas en adopción internacional hasta ahora, por fortuna, tiene mucho que ver con esto. Tiene mucho que ver con el hecho de que en la adopción internacional la edad de llegada de los menores es mucho más temprana. En el estudio que nosotros hicimos, la edad de llegada estaba en un promedio de tres años en el niño y
más del setenta por ciento estaba por debajo de los dos años; mientras que en la adopción nacional la edad de incorporación está situada en torno a los seis-siete años de promedio. El promedio siempre sale de extremos que se combinan. Si controlamos el factor edad de llegada desaparecen las diferencias en cuanto a riesgo entre adopción nacional e internacional, es decir, que ahí está el problema. Hay
otro problema importante y es que en el caso de la adopción internacional hay mucho más apoyo: hay servicio postadopción, hay asociaciones de adoptantes, etcétera, es
decir, hay unas circunstancias que favorecen más el mantenimiento. De todas formas, lamentablemente tenemos que esperar un cierto repunte de las adopciones truncadas
en la medida en que vaya n llegando a la adolescencia niños y niñas que todavía están en los ocho, nueve y diez años. En realidad la diferencia fundamental en el porcentaje de adopciones que fracasan no es entre adopciones nacionales e internacionales sino entre las llamadas adopciones especiales y no especiales. Adopciones especiales de niños mayores, grupos de hermanos o niños con deficiencias,
hay muchas más en adopción nacional que en adopción internacional y eso es lo que se relaciona con las graves dificultades; no tanto el hecho de que esta adopción
sea nacional o internacional. No cabe duda de que el acogimiento familiar es una
medida mucho más compleja que la institucionalización. La institucionalización es mucho más fácil. Es más fácil poner a un niño en un centro. El tiempo va pasando y los centros son cada vez mejores, hay mejores profesionales en los centros, pero siguen siendo centros y siguen estando sujetos a las condiciones típicas de cambios de turno, de imprevisibilidad, de falta de referentes individuales, que tienen que ver con la estabilidad emocional de los niños, etcétera. Me hacía una pregunta sobre la financiación. Ha habido siempre un debate que nunca he acabado de entender muy
bien de querer mezclar el tema del apoyo económico con el tema de los afectos y de la solidaridad: si lo hacen por cariño ¿por qué van a recibir dinero? El cariño es una cosa muy importante y, como antes decía, la compra de los zapatos es otra que tiene también un cierto interés y no hay porque mezclar lo uno con lo otro. Cuando usted va a la zapatería puede decir que a este niño le quiere mucho, pero los zapatos valen cuarenta y cinco euros y hay que pagarlos. Yo creo que los acogimientos deberían estar todos apoyados económicamente; deberían estar todos
compensados económicamente y, en el caso de aquellos que plantean más serias dificultades, como son algunos acogimientos muy especializados, deberían tener además
unas asignaciones, digamos, económicas adicionales. El senador Bedera me hacía una pregunta en relación con los temas económicos. Esta hoja que les muestro es un
estudio europeo del año 2005 limitado a la institucionalización de menores de tres años en más de treinta países europeos. Lamentablemente, la línea correspondiente a
España en el tema del coste está en blanco porque España no aportó el dato, pero el promedio anual de costes para el año 2003 para niños sin discapacidades era de 41 051 euros en el acogimiento residencial y de 13 124 euros en el acogimiento familiar. Repito, el promedio era 41 000 euros en el acogimiento residencial y 13 000 euros en el acogimiento familiar. Si miramos las cifras de cada país sale exactamente lo mismo; en Austria, el acogimiento institucional son 27 000 euros y el familiar 5000; en Italia, el institucional son 36 000 y el familiar 4000; en Noruega, el institucional son 125 000 y el familiar 30 000, etcétera. En España no sabemos cuál es la asignación que una familia recibe por acogimiento familiar de un niño pequeño; en cuanto a las entidades colaboradoras, me parece que está en estos momentos en torno a 75 euros por niño y día, eso significa que el coste de un niño en un centro es de unos 2500 euros mensuales. Son instituciones colaboradoras que tienen a grupos de niños en un centro, por lo tanto, creo que el coste mínimo del acogimiento institucional en España serían unos 2500 euros mensuales. En cambio, aquellas familias que realizan el acogimiento familiar reciben 200 euros mensuales, que es el coste mínimo. Por tanto, estamos comparando el coste de 200 euros frente a 2500. La comparación, desde el punto de vista económico, no se sostiene. Esto se mantiene porque es mucho más fácil la institucionalización y porque estos niños son invisibles social y estadísticamente. Efectivamente, creo que es un problema estructural del conjunto del sistema y del conjunto de la sociedad. ¿Cómo desinstitucionalizar? En primer lugar, creyéndose que eso hay que hacerlo; teniendo muy claro que eso se quiere hacer. En segundo lugar, empezando por los más pequeños y
por respuestas que funcionan bien. Como antes decía, no empezaríamos a desinstitucionalizar por los adolescentes con graves problemas de conducta. En mi opinión —se lo he puesto en las respuestas por escrito— es relativamente factible. Una comunidad autónoma ha de plantearse como objetivo que dos años después ningún niño menor de dos años va a entrar en un centro. Y, por lo tanto, ha de ponerse
con dos años de previsión a buscar familias, a promover familias, a formar familias, etcétera, de tal forma que, dos años después no entra ningún niño menor de dos años
en un centro, sea inmigrante, nacional, de un tipo o de otro. No entra ningún niño menor de dos años en un centro. Y esa oleada va aumentando. Así, dos años después,
no entra un niño menor de seis años en un centro. Son experiencias que funcionen bien, como la experiencia del acogimiento de urgencia que se implanta con una lentitud extraordinaria, pero que allí donde se ha implantado ha sido muy exitosa. En Andalucía se empezó el acogimiento de urgencia en el año 1997-1998. Se empezó experimentalmente en dos provincias, si no recuerdo mal Cádiz y Sevilla. Fue fantásticamente bien desde el principio y solo hace dos años que se ha generalizado a otras provincias, cuando desde el primer momento era evidente que era una experiencia de éxito. En las provincias en las que se va generalizando sigue adoptando la forma de experiencia piloto cuando ya sabemos que va bien. Por tanto, hay que empezar con los más pequeños y haciendo las cosas más fáciles de hacer, que funcionan bien y que provocan ese efecto contagio de decir: esto es estupendo, esto funciona muy bien, esto es muy satisfactorio, etcétera. Hay que comenzar por las direcciones generales correspondientes de las comunidades autónomas y, después pasar a la coordinación de las comunidades autónomas con el órgano interautonómico del ministerio. Siempre viene bien si hay algún organismo que se encargue de esto. El Observatorio de la Infancia podría ser el organismo que tuviera los datos, los gentralizara, los recabara y los recopilara; es decir, que no necesariamente se trata de inventar cosas nuevas, cuanto de tener claras las prioridades, lo que necesitamos, etcétera. A mi modesto entender, la mejor etapa de la protección en España tuvo lugar cuando existía el Centro de Estudios del Menor, que si no recuerdo mal fue desmantelado en el año 1996. En el Centro de Estudios del Menor había liderazgo técnico, había mucha formación, había intentos de crear bases estadísticas,
bases de datos, etcétera. Quiero decir que si hay un centro que aglutine toda esta información me parece estupendo, pero creo que, como digo con la ley, si se hace
un cambio en la ley me parecerá fantástico, sobre todo, si va en la dirección hacia donde pienso que debe ir. Pero es que incluso con la ley actual hay muchas cosas que podrían hacerse y no se hacen. En cuanto al tema de los profesionales, no estoy muy
seguro. No tengo una buena respuesta para eso. Opino que gran parte del problema tiene que ver con el acceso a la función pública; tiene que ver con los profesionales que se van, es decir, un profesional que está en Salamanca pero
que su lugar de residencia familiar es en Valladolid querrá ir aproximándose a Valladolid, pero si resulta que allí, en Valladolid, la plaza que hay tiene que ver con no sé qué y por méritos le corresponde ocuparla, aunque no sepa mucho del tema la cogerá porque le interesa. Este tema, donde el acceso tiene que ver con ciertos criterios de movilidad de funcionarios, pero no con la capacidad para responder a la problemática concreta, de asegurar la estabilidad de estos profesionales en la relación con las familias, etcétera, no sé muy bien cómo se resuelve. Todo esto
estaba en una consejería y ahora lo han intentado resolver a través de institutos: el instituto madrileño, el instituto catalán, etcétera. No estoy seguro de que los institutos hayan podido resolver adecuadamente esto. No sé muy bien cómo se resuelve, lo reconozco. No tengo el conocimiento de los intríngulis de la Administración, de las relaciones de puestos de trabajo, de la movilidad de los profesionales y del acceso a la función pública. Efectivamente, en Inglaterra, hay alguna de las realidades que el senador describía, donde una familia se hace
cargo de un pequeño grupo de niños. Pero esta es una modalidad de acogimiento muy minoritaria, que es el tratamiento terapéutico. Típicamente, aquí estamos hablando
de mini—instituciones que adoptan la forma de familias, donde dos profesionales, que a veces son pareja y trabajan los dos en este mundo, pero otras veces son dos profesionales que no son pareja pero que viven allí, tienen a cinco o seis chicos. Normalmente son adolescentes con graves problemas de conducta. Pero la mayor parte, la inmensa mayoría de los niños y niñas que están en acogimiento familiar en Gran Bretaña están en modalidades dónde hay un máximo de uno, dos o tres niños. Es cierto que, con frecuencia, tanto allí como aquí se trata de familias que tienen hijos previos. Mientras que en adopción la familia típica es una familia que quiere tener un hijo, en acogimiento familiar la familia típica es una familia que ya tiene hijos o que los ha tenido. Entonces, la estructura familiar, desde luego, es un poco distinta cuando comparamos la adopción con el acogimiento familiar. Pero el modelo
de acogimiento familiar británico no es, en absoluto, un modelo de mini- instituciones con la forma de familia, como no sea para casos muy minoritarios de grupos que están temporalmente en situación de tratamiento. Y por hablar del modelo inglés les diré que estuve no hace mucho en un pueblecito pequeño, que está al lado del aeropuerto de Gatwick, cuyo centro de acogida es la entrada fundamental de muchísimos niños no acompañados, de nuestros MENA. Estos niños entran todos en acogimiento familiar, es decir, hay una red de familias y entran, digamos,
en acogimiento familiar de urgencia. No digo que todos los niños que vienen, porque efectivamente el perfil de los menores no acompañados no es necesariamente el
perfil de la desprotección porque, con mucha frecuencia, son enviados por sus familias. Ellos buscan otra cosa; quieren otra cosa y hay que buscar para ellos otras alternativas. Pero muchos de estos niños podrían entrar en acogimiento
familiar si la red estuviera preparada y si diéramos por supuesto que también estos niños pueden estar en familias mucho mejor de lo que van a estar en instituciones,
a pesar de que mantengan el contacto con su familia. Es más complicado siempre con los mayores y cuando el proyecto del menor además es marcharse, ir hacia otro
sitio, etcétera. El estudio europeo al que antes me refería, sobre la institucionalización de menores de tres años, dio lugar al informe europeo Daphne sobre cómo desinstitucionalizar a los niños. Con mucho gusto se lo remitiré. Es un volumen relativamente grueso y aporta multitud de ideas prácticas sobre cómo llevar a cabo la desinstitucionalización; algunas les resultarán familiares después de lo que me han oído. Es decir, en algunos casos hacen falta cambios legislativos,
probablemente eso podría favorecer mucho las cosas y luego empezar por cierto tipo de experiencias, comenzar por los casos más fáciles, montar una red de familias y unas redes institucionales que den apoyo a estas familias, etcétera. Con mucho gusto les hago llegar —la señora presidenta me indicará cómo hacerlo— ese informe por si les resulta de utilidad. No sé si he hecho referencia a la sentencia del Supremo.
Pero si no he hecho referencia, solamente les puedo decir que me parece maravilloso que por fin se haya producido una argumentación de ese tipo, que debiera haber impedido que casos como el de Diego, por ejemplo, y otros muchísimos jamás hubieran llegado a producirse. Creo que la disposición adicional primera de la Ley de Adopción
Internacional ha supuesto un hito muy favorable en este sentido para todos los temas relacionados con la protección. Recuerden ustedes que antes una madre cuyo hijo
pudo haber sido declarado en desamparo seis, siete u ocho años atrás, podía aparecer diciendo: yo bebía pero ya no bebo, y entonces el niño volvía con su madre. En mi opinión, la disposición adicional primera marca, al menos ahí, una lógica y un marco temporal muy importante. Es fundamental que se haya producido esa sentencia del Tribunal Supremo y sería muy importante también que hubiera juzgados de familia especializados, que la Fiscalía se sensibilizara y estuviera más presente en estos temas porque lo que me pareció más terrible en el caso de Diego no fue que un juez, con ideas peculiares, dictara la sentencia que dictó, sino que contara con el apoyo de la Fiscalía. El fiscal es el defensor del menor en estos procedimientos y
aquella sentencia en absoluto defendía los intereses del menor, como después se ha ido poniendo reiteradamente de relieve. Adopción abierta. Ya hacemos adopción abierta en España. El problema que tenemos es que la Ley 21/1987 establece que la adopción supone la ruptura de los vínculos y en el caso de la adopción abierta hay niños y niñas adoptados que mantienen algún tipo de vínculos. ¿Qué es una adopción abierta? Una adopción abierta es aquella en la cual la entrada en una nueva familia, en la familia adoptiva, no supone necesariamente la ruptura completa con todos los miembros de la familia de origen, sino que hay contactos de distinto tipo entre el menor y miembros de su familia biológica; a veces es telefónico, por carta o cara a
cara. En España hacemos adopción abierta cuando por alguna razón dos, tres o cuatro hermanos deben ser separados. Permitimos que esos hermanos que están adoptados,
por ejemplo, en familias distintas, se vean entre sí. Eso es una forma de adopción abierta. Una adopción abierta es, por ejemplo, cuando a un niño que ha sido adoptado mayor, después de haber vivido muchos años con sus abuelos con los que mantiene buenas relaciones, los adoptantes le permiten que mantenga el contacto con sus
abuelos biológicos. Lo que no tenemos aquí es la fórmula más extrema de adopción abierta, que es cuando el contacto se da entre los padres biológicos y los padres adoptivos o entre el niño y sus padres adoptivos. Eso para algunos casos concretos puede ser una buena solución. Hay que recordar que en todos los países en los que existe la fórmula de adopción abierta, esta es minoritaria; la adopción abierta es una opción para aquellas familias que están dispuestas a ella; no se puede imponer, si nosotros a unos padres adoptantes les imponemos el contacto con los padres biológicos esa adopción no va a funcionar y el niño va a empezar a recibir mensajes contradictorios. Por tanto, es una fórmula que ofrece vías, ofrece perspectivas, pero
que tiene también esas limitaciones. Sabemos que es y seguirá siendo minoritaria. Para algunos niños es una muy buena opción. Para algunos adoptantes no es un problema
cuando las cosas están claras, cuando están reguladas, cuando a través de procesos de mediación familiar se consigue que la relación no sea de litigio, sino de cooperación, de colaboración, etcétera. No cabe duda de que la mediación también nos ayuda mucho para dos tipos de situaciones en la adopción, una es esta y otra es para todo lo relacionado con la búsqueda de los orígenes. La búsqueda de los orígenes también se puede hacer en contra de o a través de la mediación que siempre facilita mucho más las cosas. En el foro de Almería no se va a hablar de estos temas. El lema es: Responsabilidad parental. Está más centrado en las relaciones familiares, en los temas que se empiezan a plantear cada vez más en relación con la conflictividad
que surge en las familias con adolescentes, con adolescentes problemáticos, y con los problemas de excesiva permisibilidad del entorno educativo, que hacen que los
niños planteen distintos problemas de conducta, etcétera, pero no está centrado este año en temas relacionados con protección. El primero de los foros que se hizo —este me parece que es el sexto o el séptimo— sí que estuvo centrado específicamente
en temas de protección. Los vínculos de sangre, cuando existen, pueden ayudar,
pero no me parece que formen parte de la esencia de las relaciones. Creo que la esencia está en los vínculos emocionales, en la identificación de quién es, a quién siento yo como mi madre o como mi padre. En la mayor parte de nosotros coinciden los vínculos de sangre con los vínculos emocionales porque hemos tenido la suerte de tener una madre y un padre que nos cuidaban, nos protegían y nos ayudaban. Cuando eso no ocurre, en mi opinión, el vínculo de sangre es lo último que debe mirarse, es decir, el niño debe ir con su abuela no porque es su abuela, no porque es la madre de su madre, sino porque su abuela ha sido valorada y muestra capacidades educativas adecuadas, tiene una salud adecuada para hacerse cargo de ese niño, conoce al niño y le quiere; el niño conoce y quiere a la abuela. El contacto con esa abuela va a hacer más fácil la identidad del niño y el que mantenga contactos con su familia de origen y que cara al día de mañana ese niño no sea un desenraizado cultural. Es decir, pienso que el acogimiento en familia extensa es muy bueno porque es más
inmediato, más temprano y porque hay mayor compromiso por parte de los abuelos o de los tíos en llevarlo a cabo y en mantenerlo; pero cuando eso se da en ausencia de
vínculos de sangre no me parece que eso introduzca una diferencia fundamental. Si las dos cosas coinciden, estupendo; pero, desde luego, cuando no coinciden tengo muy
claro que la vinculación que marca al niño no es la de su sangre, es la de sus afectos, es la de sus emociones, es la de su cuidado, es la de su estimulación, es la del cariño que ha recibido y creo que por ahí van fundamentalmente las cosas.
Hubo inicios de desinstitucionalización en España. La Ley 21/1987 marcó un momento muy importante en España porque hasta entonces había una confusión dentro de la
protección, entre la beneficencia y la protección. Lo que la Ley 21/1987 hizo fue separar la beneficencia de la protección. Los niños de la beneficencia fueron desinstitucionalizados, mientras que los de la protección siguieron institucionalizados.
No hemos sido capaces de romper la lógica de que las instituciones no son sitios para los niños, no facilitan su bienestar psicológico, no resuelven sus problemas
con el pasado cuando vienen del maltrato, cuando vienen del abandono y en absoluto previenen los problemas para el futuro. Nosotros hemos hecho un estudio comparando
niños adoptados nacionales con niños que están en instituciones en la adolescencia. La satisfacción vital de los niños adoptados o que están con su familia biológica,
niños convencionales, comparado con las niñas y niños de la misma edad que están en instituciones es quince veces superior. Es quince veces superior la satisfacción vital, el cómo se ven a ellos mismos, cómo se sienten en la vida los chicos y chicas que están en familia, adoptiva o biológica comparados con chicos y chicas que están en instituciones. Además, en las instituciones los niños desarrollan el síndrome institucional y hacen primero el duelo y después se desesperan, aprenden a desconfiar, sienten una enorme inestabilidad y aprenden que este educador está hoy pero no estará mañana; aprenden que hoy está otra persona que es más rígida y que, por lo tanto, hay que comportarse; aprenden a moldear su conducta en función de una de las primeras y más tristes preguntas que se hacen muchos niños que están en instituciones cuando se despiertan por las mañanas: ¿hoy quién viene? Es una pregunta terrible por lo que significa de imprevisión, de falta de vínculos,
de falta de control sobre su ambiente, pero también por lo que significa decir: según quien venga, tengo que ajustar mi comportamiento. Me disculpan si he dejado algo sin respuesta. Si ha sido así no ha sido por esquivarlo, sino porque en vez de responder una a una he intentado hacerlo integrando preguntas que se me han planteado. Si he dejado algo sin responder y quieren volver a insistir en ello o me quieren plantear alguna otra cuestión al hilo de estas respuestas, con mucho gusto contestaré. (La señora Elorriaga Pisarik, pide la palabra.)
La señora PRESIDENTA: Tiene la palabra la senadora Elorriaga.
La señora ELORRIAGA PISARIK: Gracias.
Dadas las características de la comparecencia me gustaría hacer una última pregunta rápida. El profesor habla constantemente de los acogimientos especializados, como los de urgencia, y me ha surgido la duda de si se pueden considerar acogimientos especiales en función del tipo de familia que acoge. Es decir, ¿qué opina usted, por ejemplo, de la adopción por familias homoparentales o monoparentales? ¿Sería también un caso especial o no?
El señor PALACIOS GONZÁLEZ (Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Sevilla): No, en principio no. La sola configuración familiar no define al acogimiento como especial. Lo que define al acogimiento como especial son las necesidades de los menores, no las características
de los adultos. Si una señora o un señor monoparental ha sido valorado como una buena opción para un menor, no creo que a partir de ahí haya ninguna otra consideración. Además, si es monoparental, probablemente, el apoyo social lo tiene garantizado y eso con mucha probabilidad ha formado parte de la valoración. Lo mismo
ocurre en relación con las parejas homosexuales. En mi opinión, lo que hace especial el acogimiento son las necesidades del menor y no la configuración de la familia. De
todas formas, no es lo mismo crecer en una familia monoparental que en una biparental; ni crecer en una homoparental que en una heterosexual. El que no sea lo mismo no significa que una sea buena y la otra mala. Igual que no es lo mismo haber tenido la mala suerte de que tu papá muriera en un accidente de tráfico a los cinco años, que haberlo tenido; o que tus padres se hayan divorciado o no; es decir, no da igual crecer en una familia que en otra. Se puede crecer igual de bien en una familia o en otra, pero no da igual crecer en una familia o en otra, porque en cada familia se van a plantear —como ocurre en todas— unas características, unas necesidades, etcétera, a las cuales hay que saber responder. La señora PRESIDENTA: Gracias, señor Palacios. Le damos de nuevo las gracias por su comparecencia.
No se vayan porque damos seguidamente la bienvenida al señor Amoròs y continuamos. (Pausa.) — DEL CATEDRÁTICO DE PEDAGOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA (UB), D. PERE
AMORÓS MARTÍ (Número de expediente 713/000255).
La señora PRESIDENTA: Pasamos a la siguiente comparecencia y para ello le damos la bienvenida y las buenas tardes a don Pere Amorós Martí, catedrático de Pedagogía
de la Universidad de Barcelona, para informar sobre la materia objeto de estudio de esta comisión.
Sin más, le damos la palabra al señor Amorós.
El señor AMORÓS MARTÍ (Catedrático de Pedagogía de la Universidad de Barcelona, UB): Muchas gracias. Buenas tardes, senadoras y senadores y señora presidenta.
Para mí es un placer estar aquí con ustedes para compartir y reflexionar sobre un tema tan interesante como el sistema de protección de la infancia y sobre todo
de las diversas alternativas. Después de haber escuchado al doctor Jesús Palacios, verán en mi exposición que hay muchos apartados en los que coincidimos, y ello no es
extraño porque hace diez años que trabajamos juntos, cada uno en su universidad, pero sobre los mismos temas. Hemos traído aquí el libro que hemos elaborado últimamente sobre el acogimiento familiar para que lo tengan a su disposición como ampliación de esta comparecencia y de la exposición que hacemos en estos momentos.
Para centrar un poco el tema, yo no hablaré de todas las medidas. En el cuestionario ya he dado mis opiniones sobre algunos asuntos y podré seguir haciéndolo en la
contestación a las preguntas que ustedes hagan. Voy a centrarme en uno de los aspectos específicos, que es el del acogimiento familiar, ya que es uno de los temas en los que más hemos estado trabajando en la Universidad de Barcelona. Es importante poder centrar el acogimiento dentro del sistema de protección de la infancia. Cuando
oíamos al doctor Jesús Palacios hablar sobre la situación actual del sistema de protección podíamos ver todas las carencias que tiene en la realidad, pero si lo comparamos con cómo estaba hace aproximadamente 30 años veremos que afortunadamente se han producido unos cambios realmente importantes: cambios a nivel jurídico, a nivel de recursos, a nivel de metodología de intervención y sobre todo cambios a nivel de actitudes, que son importantes porque muchas veces queremos formar dando mucha información y lo que se tiene que hacer es formar para que se pueda producir un cambio de actitudes. Me gustaría comentarles muy brevemente cuál es el contexto de estos últimos 30 años en el acogimiento familiar para poder ver cuáles son los retos actuales que tenemos en el ámbito de la protección de la infancia y más en
concreto en el ámbito de los acogimientos familiares. En la década de los setenta había solamente dos alternativas: la alternativa de la adopción de niños pequeños y la alternativa de las macroinstituciones. Yo, en aquel tiempo, del año 1974 al 1984, estuve trabajando en una macroinstitución que en su tiempo era modélica, los Hogares Mundet de Barcelona, en donde teníamos acogidos a más de un millar de niños. Afortunadamente, con el paso del tiempo, en el año 1975, con ayuntamientos democráticos, se empezó la desinstitucionalización, llevando a muchos de estos niños que eran de beneficencia con sus familias, como decía el doctor Jesús Palacios, y los que eran de protección a lo que llamamos en Cataluña los colectivos infantiles, que hoy en día serían los centros residenciales de acción educativa. Solamente teníamos estas alternativas: la institucionalización y la adopción de niños
pequeños. En el año 1975 también surge una medida, sobre todo en Barcelona, a partir de una entidad llamada MACI (movimiento de atención a cierta infancia). Esa entidad
aprovecha el marco legal de la Ley de Tribunales Tutelares de Menores, del año 1948, que en uno de sus artículos decía que todo niño podía ser confiado a una institución o también a una persona o familia, pero resulta que si bien existía la ley, no se utilizaba en la práctica totalidad. Esta persona o institución convenció a los jueces de los tribunales tutelares de menores diciéndoles: Si yo os propongo
una serie de familias, vosotros estaréis dispuestos a que estos niños puedan ir a lo que se llamaban en aquellos tiempos acogimientos en guarda y custodia. Aquellos acogimientos eran fundamentalmente los acogimientos preadoptivos, porque la institución, en las llamadas adopciones tardías, mayoritariamente fue analizando chicos que estaban en instituciones y que habían entrado ya a cierta edad.
Como en aquel tiempo todavía no se tenía presente el interés del menor, sino el interés de las familias y los niños mayores no se daban para adopción, y mucho menos niños con particularidades, esta institución abrió la posibilidad de que muchos niños que estaban institucionalizados y que legalmente podían ser adoptados pudieran ir a estas familias de acogimiento en guarda y custodia y ser adoptadas. En prácticamente diez años de existencia del MACI en Cataluña (después esta institución estuvo en otras comunidades autónomas), colocó a más de mil niños que después fueron adoptados. Por lo tanto, fue un cambio importante no solamente por lo que hizo sino también por lo que representó en cuanto a cambio de actitudes por parte de las familias acogedoras de aquel tiempo, que supieron adoptar a niños con cierta edad y con ciertas particularidades. También es importante destacar que en esos años en
algunas comunidades del resto de España se llevaban a cabo acogimientos preadoptivos. En los años ochenta surge algo importante, las experiencias innovadoras que nacen del Ayuntamiento de Barcelona y que se llamaban en aquel tiempo acogimientos temporales. Actualmente sería una denominación incorrecta porque todos los acogimientos son temporales. En aquel tiempo les llamábamos acogimientos temporales a lo que hoy día denominaríamos acogimientos simples, es decir, la posibilidad de que el niño pudiera retornar con su familia. Estas experiencias
que se iniciaron en el año 1983 en el Ayuntamiento de Barcelona poco a poco se fueron extendiendo a otras comunidades, principalmente las del País Vasco, Castilla y León y la Comunidad Valenciana, pero hasta la aprobación de la Ley 21/1987 no se puede decir que el acogimiento en España se empezase a generalizar en todas las comunidades autónomas. En un estudio que nos encargó el Ministerio de Asuntos
Sociales en aquel tiempo, después de la aprobación de la ley, encontramos que el 60% de las delegaciones territoriales de España, en las que antes tenían competencia las
diputaciones, no hacían ningún acogimiento familiar en el año 1987, repito, ningún acogimiento familiar. Al cabo de dos años, este 60% se convirtió tan solo en un 4%, es decir, esta ley impulsó que la gran mayoría de las delegaciones territoriales empezaran a trabajar el tema del acogimiento familiar. La gran mayoría empezó a trabajar un acogimiento preadoptivo, es decir, a las familias que ya tenían captadas y que solicitaban la adopción, les dieron la posibilidad de que abrieran sus expectativas de adoptar a niños que tuvieran ciertas edades o ciertas particularidades. Y así se fue conociendo en España el tema de los acogimientos
familiares. Si pasamos de los años noventa a la actualidad, para ir un poco mas rápido en la exposición, vemos que ha sido la Ley 1/1996, junto con las leyes autonómicas, lo que ha ido consolidando el acogimiento familiar. Pero esta es una
consolidación inicial, existe pero todavía es invisible, como se ha comentado aquí, es decir, todavía tenemos muy pocos acogimientos familiares en relación con los
acogimientos que podríamos tener. La ley permitió un mayor reconocimiento, una versatilidad. Fue concebido como una primera medida y también permitió el reconocimiento de diferentes modalidades, porque esta ley, en lugar de hablar de acogimientos administrativos y judiciales, introdujo los acogimientos simples, los permanentes, los preadoptivos, los provisionales y fueron surgiendo otra serie de denominaciones de carácter más técnico, como eran los acogimientos de urgencia, el acogimiento especializado, en familia extensa, etcétera. ¿Qué cambio se fue experimentando en este tiempo? Antes, como solamente se hacían acogimientos preadoptivos, el acogimiento era un concepto de sustitución familiar, se buscaba otra familia en la cual el niño pudiera vivir. En cambio, ahora el acogimiento fundamentalmente se entiende como un elemento de complementación familiar, es decir, lo que queremos es que en la gran mayoría de situaciones haya una temporalidad, que el niño pueda vivir en un entorno familiar adecuado, pero que si su familia reúne las condiciones precisas, este niño pueda retornar a la situación de origen. Por lo tanto, uno de los modelos, sobre todo los llamados acogimientos simples, deberían
reunir esta función, una función no de sustitución sino de complementación. Después ya veremos cuál es el problema que tenemos actualmente con estos acogimientos de
tipo simple. Tal vez el problema es que están muy mal diagnosticados o valorados desde el inicio. Realmente denominamos acogimiento simple a un acogimiento que
podría ser en muchas ocasiones permanente o preadoptivo, y ya veremos por qué sucede esto. Podríamos hablar también de los cambios que ha habido últimamente, de la evolución del acogimiento: los procesos de intervención han sido más sistematizados; las comunidades autónomas se dieron cuenta de que si querían familias de acogida tenían que realizar campañas de captación —después ya veremos que sí se hicieron pero no con la intensidad y los recursos adecuados—; era preciso llevar a cabo todo un proceso de valoración y de formación de las familias —veremos que también se ha hecho pero no con la intensidad adecuada—; también era necesario que se llevase a cabo un proceso de acompañamiento y no de control a las familias de acogida —también
veremos como está actualmente—, y también en este tiempo se empezaron a crear en España toda una serie de equipos que han ido investigando sobre el tema del acogimiento familiar. Aunque empezamos con algunos estudios previos, fue a partir de los años ochenta o noventa cuando comenzaron las investigaciones de carácter nacional, y no solamente con datos internacionales, aunque todavía son escasas, ya que los ministerios o las propias comunidades dan pocas ayudas para poder hacer este tipo de investigaciones. A pesar de todo, podemos decir que ya tenemos un modelo de acogimiento familiar. Dentro del sistema de protección de la infancia está la medida del acogimiento familiar. Este acogimiento tiene unos principios de normalización,
de individualización, de proximidad que rigen lo que debería ser el acogimiento familiar. Tiene también un proceso de intervención con toda una serie de fases marcadas de captación, de selección, de valoración, de formación, de acoplamiento, de seguimiento, etcétera. Tiene unas nuevas modalidades de acogimiento que hemos ido
creando para así poder atender mejor las necesidades de los niños. Y tiene sobre todo un conjunto de protagonistas. En cuanto al tema de protagonistas, me gustaría centrarme en esta diapositiva. Antes, cuando hablábamos tanto de la adopción como del acogimiento nos referíamos al triángulo de la adopción o al triángulo del acogimiento, donde estaban la familia de acogida, la familia de origen y las
personas acogidas. Hoy en día hablaríamos más de un cuadrado, aunque a mí me gusta más la figura del prisma triangular. Las investigaciones nos han enseñado que uno
de los mayores factores de éxito del acogimiento es el trabajo de apoyo y refuerzo que puede hacer el equipo de profesionales y técnicos. Si el equipo de profesionales y técnicos puede realizar unas buenas campañas de captación, valorar adecuadamente las familias y ofrecer ayudas, esto puede ayudar enormemente a que aquel acogimiento
tenga éxito. Por lo tanto, introducir a los técnicos dentro de estos elementos del acogimiento familiar, junto con el triángulo fundamental de familia de acogida, familia de origen y personas de acogida, es un aspecto importantísimo.
Siguiendo en este punto, ¿cuáles son los retos del acogimiento? La senadora del Grupo Popular ha hablado con anterioridad de los retos del acogimiento. A mi modo de
ver aquí, en España, tenemos toda una serie de retos. ¿Qué es lo que tendríamos que mejorar, ya sea desde una perspectiva legislativa o desde una perspectiva técnica?
Estoy de acuerdo en que muchas cosas las podemos hacer ahora con la ley que tenemos, pero tal vez, como podremos comentar, sería necesario introducir algunos cambios
legislativos. Uno de ellos sería la mejora en la metodología de intervención, otro aspecto sería de la intervención familiar, un tercer reto es la formación de los profesionales y las familias, y un cuarto reto es la evaluación y la investigación para el cambio. En relación con la mejora de la metodología de intervención,
voy a comentar cuatro aspectos: la valoración de la situación de desamparo —aspecto fundamental—, el proceso de captación de familias —si no hay familias no hay acogimiento, está clarísimo—, el proceso de valoración —hoy en día tenemos los nuevos modelos de valoración y formación— y todo el proceso de seguimiento.
¿Qué pasa con la valoración de las situaciones de desprotección? Una de las cosas que a veces no valoramos, sabiendo cuál es la realidad del sistema de protección,
donde los niños y niñas que entran en este sistema están muchos años, es que la decisión se toma en un momento determinado sobre la base de una valoración de un equipo de profesionales. Si esta valoración ha sido realizada por el equipo, podríamos estar contentos, pero el propio conocimiento de la realidad me hace decir que en muchas ocasiones es una sola persona, o dos personas como mucho, las que realizan la valoración, tal vez ni con los criterios ni con los aspectos adecuados para poderla realizar, y se determina una situación de desamparo por la que a lo
mejor colocamos a este niño en un acogimiento residencial o en un acogimiento familiar y esta decisión no se vuelve a replantear durante muchos años. Por lo tanto, esta decisión que tomamos en un momento determinado tendrá singular importancia en el futuro de aquel menor, casi le puede condicionar toda su vida.
También estamos acostumbrados, influenciados por una metodología, por un modelo de déficit. Hasta ahora parecía que en las familias biológicas y en los niños solamente
teníamos que valorar los factores de riesgo, las dificultades que tenían. Cuando a mis alumnos les ponía a hacer prácticas, ponían en el diagnóstico la cantidad de dificultades que tenían aquellas familias. Hoy en día hemos entrado en un nuevo modelo, el modelo de las potencialidades, el de la resilencia, porque tan importante es conocer cuáles son los factores de riesgo que tiene aquella familia como cuáles son los factores de protección, porque a partir de esos factores generalmente podremos intervenir mucho mejor. Si además somos capaces de recoger de una forma sistematizada todo un conjunto de datos, después tendremos que aplicar una serie de criterios científicos, lo más objetivos posible, que nos ayuden a valorar si aquello
es o no una situación de desamparo y si esta situación de desamparo implica o no separación del niño de su familia, implica o no una medida de tipo definitiva, implica una medida de separación provisional o implica que el niño vaya en acogimiento, y en qué modalidad de acogimiento, si en un acogimiento simple, en un acogimiento permanente, etcétera. Esta es la decisión que los equipos de valoración
toman en un primer momento, que a veces no tenemos presente y condicionan el futuro de todos los niños. Por la formación y los conocimientos que tenemos y por lo que hemos visto en la práctica en una gran parte de comunidades autónomas sabemos que en la mayoría de los casos se determinan los acogimientos simples, porque son los menos comprometidos desde el punto de vista legislativo. Si se determina un preadoptivo, ya es mucho más complejo; si se determina un permanente, también. Entonces, lo fácil es el acogimiento simple. ¿Qué sucede? Que en la mayoría de las ocasiones estos acogimientos simples son pseudosimples. Hay un porcentaje en el que se puede y se debe determinar el acogimiento simple en una familia de acogida y se trabaja con la familia biológica para que dure un año o año y medio, pero, en cambio, hay otro porcentaje en el que nos autoengañamos los propios profesionales y determinamos como acogimiento simple una cosa que no lo es, y entonces es cuando no tiene sentido. Sí que tiene sentido cuando valoramos adecuadamente un acogimiento simple que lleve parejo desde el primer momento un programa de intervención familiar, es decir, no podemos separar a un niño de su familia, colocarlo en un centro o colocarlo en una familia de acogida sin que paralelamente trabajemos con aquella familia para intentar solventar las causas que han ocasionado esta separación. Si lo que pensamos es que esta familia se cure o que haya un milagro, realmente esto no suele ocurrir. Para que esta familia pueda recuperar a este niño, para que este niño pueda retornar con su familia de origen, en casos de negligencia, en situaciones que vemos que sí que es posible una intervención, hemos de intervenir desde el primer día. Por lo tanto, hemos de tener unos criterios muy claros y saber qué significa determinar un acogimiento simple, qué criterios reúne aquella familia para determinar un acogimiento simple, qué situación tiene aquella familia para saber si puede aceptar un nivel de intervención familiar, etcétera. Y cuando después le ofrezcamos este nivel de intervención familiar, que este sea intenso y planificado y no simplemente una llamada telefónica diciéndole: Si usted no cambia, doy el niño en adopción. Si esta casuística no la vamos solventando desde el primer momento, todo el desenlace posterior se complica enormemente. Esto sucede tanto en acogimientos familiares como en acogimientos residenciales. Todas las leyes y todas las aportaciones de los técnicos, de los responsables políticos, dicen que la primera medida que hemos de utilizar es el acogimiento familiar. Yo no voy a insistir en las estadísticas que ha comentado el doctor Jesús Palacios. Traía las mismas, pero con otras cuestiones.
En estadística de tipo acumulado, que es la que nos enseñaba el doctor Jesús Palacios, se muestra que desde el año 1996 el acogimiento va subiendo, a 31 de diciembre había 19 426 niños en acogimiento, pero esto no nos dice nada. El gráfico que ha traído el doctor Jesús Palacios yo lo traigo en números absolutos. Se ve que el acogimiento residencial en el año 2006 es de 10 621 niños de alta y el acogimiento familiar, sumado el acogimiento familiar administrativo y judicial, son 3399. Por lo tanto, estamos hablando de una proporción de ocho a dos, o de siete y
medio a uno y medio o a dos y medio. Además, esta tendencia ha ido al alza: en el año 2000 la proporción era del 64% al 36 %, en el año 2006 es del 75% al 25%. Esta
tendencia fue mejorando en un momento determinado —2001, 2002 y 2003—, y después ha seguido aumentando. Como estábamos comentando, no tiene ningún sentido invertir en la creación de nuevos centros. Si tenemos 10 000 plazas en el 2006 y teníamos 6000 en el 2000, una de dos, o hemos ampliado los centros o hemos creado nuevos centros. Ayer miraba las estadísticas de algunas comunidades y si ustedes observan los boletines oficiales se darán cuenta de que en el año 2000 había una cantidad de
centros, en el 2004 más centros y en 2008 más centros. Por lo tanto, la ley no se tiene presente, no se respeta en absoluto y vamos creando un lenguaje político o técnico de que la mejor alternativa es el acogimiento familiar, pero hacemos campañas de captación cada 5, 6 ó 7 años. Ahora bien, venimos y comparecemos aquí o donde sea y mostramos el éxito que ha tenido la campaña de captación. Sí, la campaña ha sido un éxito, pero sólo hemos conseguido un 20% de las familias que necesitamos para un año. Ha sido un éxito, de acuerdo, pero después no continuamos esta campaña, no seguimos con ella hasta dentro de 5 ó 6 años. La excusa que dan el 99% de los profesionales que trabajan en valoración para no proponer acogimientos familiares es que no hay familias. Entonces, ¿qué pasa? ¿Por qué no hay familias? Después comentaremos algo cuando hablemos del tema de captación.
Ustedes conocen estas estadísticas, donde aparece que el acogimiento residencial es la mitad del acogimiento familiar; vemos que el acogimiento en familia ajena es
este pedacito de aquí y lo demás es acogimiento de familia extensa que, como decía el doctor Jesús Palacios, es perfecto. Todos somos partidarios del acogimiento en
familia extensa siempre y cuando esté bien hecho, pero no lo somos cuando se hace porque es fácil hacerlo, porque a veces las propias familias de acogida extensa se sienten moralmente obligadas a acoger a aquellos niños. Entonces ya tenemos la solución. Tenemos la propia familia. ¿Que los quiere? Se los damos. Estos procesos de valoración son mucho más light que los procesos de valoración que se hacen en cualquier familia ajena, y ya no hablemos de los procesos de acompañamiento, etcétera. Esto no implica que actualmente algunas comunidades autónomas se
empiecen a plantear la formación de estas familias, el seguimiento, el acompañamiento, etcétera, pero es más la excepción que la regla. Si vamos al proceso de captación, —que sería uno de los aspectos que se tendrían que mejorar, sin familias no hay acogimiento—, parece que a veces nos importa mucho el tema de los profesionales, crear unos equipos, tener unas leyes, cuando lo principal es buscar familias, si no hay familias no hay acogimiento. Hacemos escasas campañas de captación. ¿Por qué hemos de hacer más campañas?. En los países con una larga tradición, en los que ya existe una cultura del acogimiento, el porcentaje
mayor se consigue por las propias familias acogedoras, el 37% de los acogimientos se consigue por las propias familias acogedoras. Nuestro país todavía no tiene esta cultura de acogimiento, hace 25 años que hemos empezado y 20 de una forma seria. En países que llevan mas de cien años, más de un siglo de acogimiento, lo que funciona es el boca a oreja. Nuestras campañas de captación tienen un doble objetivo: por una parte, captar familias y, por otra parte, sensibilizar a la sociedad de que el acogimiento familiar es un acogimiento normalizado de familias que ayudan a
otras familias.
Este acogimiento ha existido a lo largo de toda la historia, siempre ha habido familias, lo que pasa es que ahora lo estamos utilizando en el ámbito de protección de la infancia. Por lo tanto, es importante dar este mensaje, es importante que una familia que tenga a unos vecinos o a unos amigos acogedores no los vea como una especie de bichos raros sino que entienda que son familias solidarias, abiertas, que son familias que ayudan no solamente a un niño sino a otras familias. En los estudios que hemos realizado hemos visto que hay una serie de factores que ayudan a captar familias. Yo hablaba con una responsable de una comunidad autónoma, y no quiero decir cuál, que me decía: En nuestra comunidad hemos llegado ya a la saturación de familias, ya no hay más familias. Yo le diría: Admite la incompetencia
que a lo mejor has tenid o al no realizar unas campañas de captación con los recursos adecuados, teniendo en cuenta los factores adecuados y con la intensidad adecuada. Esto realmente no lo podemos decir, porque en el año 1975, cuando MACI inicio la búsqueda de familias, en diez años colocó a más de mil niños institucionalizados en familias de acogida. En el cuestionario que me presentaron, respecto a cómo podemos hacer la adopción nacional, yo contestaba que si se hace una valoración adecuada de todos los niños que están institucionalizados, nos daremos cuenta de que muchos de ellos podrían estar perfectamente adoptados. Ahora bien, muchas veces es muy difícil adoptar a niños de 12, 13 ó 14 años. Lo que ocurre es que principalmente en el acogimiento institucional, pero también en el acogimiento
familiar, se toma una decisión que significa tomar la decisión de no tomar ninguna decisión, es decir, dejar las cosas como están. Si el niño lleva tres o cuatro
años en un centro y los padres teóricamente están contentos porque su niño está en un colegio, tomamos una decisión, porque no es que no se tomen decisiones, se toma la
decisión de no tomar ninguna decisión. Esto es lo que legalmente tendríamos que intentar prevenir. En Estados Unidos elaboraron una ley, que llamaban de medidas drásticas, por la que al cabo de 18 meses se tenía que revisar aquel caso y no se podía repetir la misma alternativa. Nosotros aquí hemos incluido que haya una revisión fiscal, que haya un seguimiento, pero sabemos que todo esto es papel mojado, que realmente no se ejecuta, que no se hace. ¡Si en los estudios de seguimiento que se han hecho a la familia extensa se le visita una vez cada dos
años y a la familia ajena tres veces cada dos años! Con estas estadísticas no podemos hacer nada. Ahora bien, si realmente fuéramos capaces de invertir el
dinero que tenemos en una dirección general y reinvertir buena parte de lo que nos cuestan los acogimientos institucionalizados, que puede ser una proporción importantísima, de una forma gradual en campañas de captación, en ayuda a las familias; si hiciéramos unas campañas de captación con recursos adecuados, a lo mejor conseguiríamos un mayor número de familias y ya ni las técnicos ni nadie
podrían decir que este niño vaya a un centro porque no tenemos familias. Porque a veces ya ni se lo plantean: como la última vez que pedí no había familias, propongo
que este vaya directamente al centro. Esta casuística no nos la podemos permitir. Factores que funcionan: utilización de medios de comunicación de masas y testimonios
de familias acogedoras. Este es uno de los factores más importantes.
Las familias acogedoras no son clientes de un servicio; las familias acogedoras son colaboradoras de un servicio y tienen que colaborar en todos los procesos. Y en el proceso de captación da más confianza a los futuros candidatos el nivel de confianza es muy superior, si te habla una familia que un técnico o un político. Si en una campaña de captación somos capaces de conjugar las aportaciones de la Administración, las aportaciones técnicas y las aportaciones emocionales de unas familias o de unos adolescentes acogidos, seremos capaces de sensibilizar a la sociedad sobre estos temas. Otro factor que también da confianza a las futuras familias es que estas hayan podido captar que en su comunidad se están realizando adecuadamente los acogimientos familiares, es decir, el grado de confianza que tengan en el sistema de protección. Si sabes que en tu comunidad hay un
apoyo económico y que se da de forma regular, si sabes que en tu comunidad hay una calidad en la ayuda, en el acompañamiento, todos estos factores son positivos. El
tema económico es un tema básico, como han estado comentando, pero hay una cuestión importante: las familias de acogida no acogen por motivos económicos pero sin dinero no podemos hacer acogimiento. No hemos de confundir una cosa con otra. Es decir, está la necesidad de invertir en los acogimientos familiares y también de mantener
la periodicidad de las campañas. Otro aspecto que también se necesita mejorar —y esto
todo el mundo lo tiene claro pero a veces no se realiza— es que la valoración de las familias tiene que ir conjuntamente con un proceso de formación. Anteriormente solamente valorábamos a las familias y, a partir de una serie de criterios,
estimábamos si una familia era o no apta, porque en el acogimiento familiar no utilizábamos el término de idoneidad. En las investigaciones que hemos realizado
hemos visto que todas las familias de acogida han valorado de forma singular recibir cursos de formación durante el proceso de selección, durante el periodo de valoración, antes de tener el niño. Pero este proceso de formación no se debe reducir a que, como la ley obliga a que reciban una formación, se impartan dos sesiones eminentemente informativas. Los procesos de formación tienen una función lógica, tienen que trabajar sobre los conocimientos, sobre las aptitudes y sobre el terreno emocional. Lo que se pretende es que las familias, a través de este proceso, se sensibilicen acerca de los retos que tendrán que asumir en el acogimiento familiar, que tengan también un mayor conocimiento de sus potencialidades y limitaciones. Es decir, lo que queremos es que cuando una familia decide ser una
familia de acogida no sea solamente una decisión emocional —¡qué bonito es acoger a un niño!— sino que, junto a esta motivación emocional, haya también una motivación
racional, que sepan muy bien los retos que tienen que asumir, cuáles son las dificultades y cuáles son las recompensas. Esto es lo que se pretende a través de los cursos de formación. No es que no existan materiales, a lo largo de estos años
hemos ido elaborando materiales con el Ministerio de Asuntos Sociales, con la Comunidad de Castilla y León, con la Fundación «la Caixa», conjuntamente con el doctor Jesús Palacios; hay programas de formación para acogimiento en general, para acogimiento preadoptivo, para acogimiento de urgencia, para acogimiento en familia
extensa, es decir, existen materiales, en muchas comunidades están utilizando estos materiales, pero todavía no se hace de una forma generalizada. Por último, me voy a referir al proceso de intervención en el seguimiento. Los técnicos hemos de cambiar en el concepto de relación con las familias de acogida. Ya no hemos de trabajar sobre las familias de acogida, hemos de trabajar con las familias de acogida. Como les comentaba, las familias de acogida no quieren verse como un cliente, sino como colaboradoras de aquel proceso. Al mismo tiempo, lo que más valoran las familias es no sentirse controladas en el sentido de control estricto; las familias quieren
sentirse acompañadas, como todos nosotros. Me acuerdo de que una de las preguntas que hacíamos en la investigación era cómo valoraban el proceso. Nos comentaban lo siguiente: Al principio, cuando hacen el seguimiento, vienen muy a menudo, tienen contacto con nosotros, nos ayudan, pero en un momento determinado nos dejan, nos dicen que ya tenemos experiencia, que, por lo tanto, ya podemos funcionar solos y que si tenemos un problema les llamemos. Pero no queremos llamarles cuando tengamos un problema, queremos llamarles cuando les podamos decir que el niño ha crecido siete centímetros, que ha engordado, que en lugar de cuatro suspensos solamente les trae dos, es decir, cuando les podamos contar cosas positivas, no solamente queremos utilizar aquel modelo centrado en las patologías sino poder contar los avances. A nosotros nos encanta hablar de nuestros hijos, de las cosas buenas, de que mi hijo ha estudiado esto, lo otro y lo de más allá. Entonces, ¿por qué siempre nos hemos de centrar en las dificultades y no en las potencialidades? Otro aspecto que cada vez se tendría que ir introduciendo más es el cambio de metodología de intervención. En
los servicios sociales casi siempre hemos estado trabajando en un modelo individualizado, es decir, nosotros hemos trabajado en un caso individualizado; con las familias biológicas, con las familias de acogida y con el niño siempre desde un punto de vista terapéutico individualizado. Esto no significa que se tenga que eliminar, en absoluto, pero podemos introducir nuevos modelos de metodología grupal.
Muchas comunidades ya están llevando a cabo estas experiencias en los procesos de selección o valoración y, posteriormente, en el seguimiento. Las familias se encuentran mucho más acompañadas, saben escuchar y se sienten escuchadas, comparten sus experiencias con otras personas, es decir, esta metodología de carácter grupal es sumamente interesante. La participación en la toma de decisión de las familias y el apoyo económico son temas que ya he comentado. Esto sería un primer punto. Un segundo punto, al que me referiré brevemente, porque ya lo hemos comentado, es la intervención familiar. Es un tema polémico y, como he leído las comparecencias
anteriores, sé que se ha tratado: cómo se puede defender el interés del menor en relación con el de la familia biológica. Desde el punto de vista de la protección de la infancia, la mejor protección para el niño sería que pudiera vivir con su propia familia, siempre y cuando esta familia pudiera atender sus necesidades. Este es un punto que creo que nadie discutirá. En aquellas situaciones en las que una familia por negligencia, por un problema temporal, no puede asumir aquellas responsabilidades, se coloca al niño en un acogimiento con previsión de retorno, en un acogimiento simple. En estos casos tendríamos que cambiar en gran medida
la lógica de las actuaciones. Si a una familia biológica se le plantea elegir entre el acogimiento familiar o el acogimiento residencial, como ustedes pueden suponer,
en el 90% de los casos escogería el acogimiento residencial, porque no ve las dificultades del acogimiento residencial y, en cambio, ve que el acogimiento familiar puede ser una competencia para ella. Aquí es donde hemos de cambiar la lógica y que estas familias no nos vean a nosotros como unos enemigos sino como unos colaboradores. Es decir, hay que hacerles ver que el acogimiento familiar
no solamente es una medida de cara al menor, sino también de cara a ayudar a esta familia para que pueda mejorar su situación y pueda recuperar a este menor. Pero
hemos de comprometernos a hacer esto en aquellos casos en los que sepamos que podemos hacer esta intervención con una cierta intensidad, con calidad y sabiendo que se puede llevar a cabo. En los países que dedican grandes esfuerzos a la intervención familiar muchos de estos niños pueden volver a sus casas y estas familias pueden resolver las dificultades que en un momento puntual hayan tenido.
En cambio, en otras situaciones en las que vemos que es prácticamente imposible un proceso de intervención familiar o que llevamos a cabo con ellos un proceso de intervención y no vemos ningún tipo de cambio, es cuando hemos de tomar unas medidas drásticas. Cuando vemos que esta medida se puede tomar cuando el niño tiene 3 ó
5 años, no hay que esperar a que tenga 8 ó 10 para decidir que este niño vaya en acogimiento familiar o en adopción. De esta manera, podemos realizar las ntervenciones familiares en base a un buen diagnóstico, que es el único criterio
que podemos utilizar. El tercer reto es la formación de los profesionales y de
las familias. Todos coincidimos en la necesidad de una formación continuada de los profesionales. Como comentaba el doctor Jesús Palacios, generalizando, es cierto que
hay muchos profesionales que están bien formados, pero también es cierto que hay muchos profesionales que no están bien formados, especialmente por la movilidad que
existe en nuestro campo. También hay programas de formación a nivel estatal, a nivel del ministerio y de las comunidades autónomas, pero hay una fallo importante:
En España hemos planteado la formación desde una perspectiva individual. Hacemos un curso de formación, se invita a veces a un técnico de cada comunidad, a personas
de algunos equipos o se apuntan voluntariamente, y aquel técnico que hace el curso sabe más, pero el cambio social, el cambio de actitud que se puede producir cuando llegue a su lugar de trabajo es prácticamente inexistente. La realidad nos lo demuestra. Otra cosa sería si, en lugar de esta formación individualizada,
la formación se realizase con los equipos que existen. ¿Por qué? Porque lo que nos interesa, si queremos hacer un cambio en la elaboración y formación de criterios,
en la formación de selección y de valoración, no es formar solamente a una persona sino al equipo para que con esta formación pueda haber un cambio de actitud. Porque
si solamente una persona recibe la formación, o tiene mucha capacidad de seducción con sus compañeros, o, simplemente, como sabe más de aquello, se queda bastante
frustrado porque no puede aplicarlo, y se seguirá haciendo lo mismo. En cambio, esto no ocurriría si fuéramos capaces de dar formación a equipos. Los procedimientos
de formación hoy en día están muy individualizados y este es uno de los fallos. La creación de equipos y redes de trabajo va en consonancia con su formación. Ya
sé que no es nada fácil, pero, si no somos capaces de estabilizar equipos y redes de trabajo, será muy difícil seguir avanzando con la metodología adecuada. En cuanto a la implicación en la toma de decisiones de los técnicos, éstos no pueden ser unos meros técnicos, unos meros profesionales, sino que tienen que actuar en todos los planes y en las políticas sociales. Por último, está la investigación para el cambio. Lógicamente, desde la universidad hemos de defender —y supongo que ustedes también lo defienden— que la investigación es lo que nos permitirá a todos aumentar nuestros conocimientos cuantos mayores conocimientos tengamos, podremos mejorar nuestra práctica. Por tanto, se necesitan mayores conocimientos para intervenir de una forma más adecuada. Esta investigación tiene que ser tanto investigación básica, como investigación aplicada, como evaluación de programas, como investigación cooperativa, donde podemos combinar tanto la universidad como los propios técnicos. Nosotros utilizamos mucho esta línea de trabajo, tanto en los programas de formación en familia extensa como en los programas de formación para adolescentes acogidos, que hemos elaborado últimamente, como en diferentes programas. Casi siempre lo hemos hecho dentro de una metodología de investigación comparativa, en la que han participado ochenta, cien o doscientos técnicos en su elaboración. Esta es un forma de motivarlos para que cuando les lleguen estos materiales, los sepan aplicar.
Con esto termino y quedo a su disposición para cualquier tipo de preguntas que quieran formular. Muchísimas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, señor Amorós.
Pasamos al turno de portavoces.
Por el Grupo Parlamentario Catalán en el Senado de Convergència i Unió, tiene la palabra la senadora Aleixandre.
La señora ALEIXANDRE I CERAROLS: Gracias, presidenta.
Benvingut, senyor Amorós, en aquesta comissió.
Estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que usted ha dicho, aunque con otras no, y ahora le voy a decir el porqué. Usted ha hablado especialmente de uno de los
temas clave, el acogimiento familiar. Ha descrito su evolución a través del tiempo. Nos ha mencionado el tipo de acogimientos que han cambiado a través del tiempo, y nos
parece muy bien. Usted ha dicho que el problema del acogimiento simple era la temporalidad, que era negativa. Yo estoy totalmente de acuerdo. (El señor vicepresidente, García Navarro, ocupa la Presidencia.) A lo largo de su intervención ha habido una cuestión a la que se le da menos importancia de la que se debería. Estamos hablando, en definitiva, de familias, como usted ha dicho en muchas ocasiones, que colaboran con otra familia. Esta colaboración de una familia de acogida con la familia biológica siempre es conflictiva. ¿Por qué? Porque o tenemos
unas familias de acogida extraordinarias, que casi no existen, y por eso debe haber pocas familias de acogida, o hacemos familias de acogida profesionales, que es la otra opción. A mí me parece que esta segunda opción, como se ha dicho en anteriores ocasiones, es una institucionalización reducida, con menos individuos. Es interesante porque sería una opción, ¿por qué no? Pienso que debería haber familias profesionales de acogida, pero esto no es lo que quiere el niño, no es lo ideal para el niño. Estoy de acuerdo en que debemos cambiar la metodología y, lo más importante, la temporalidad de los plazos. En los distintos acogimientos lo importante es que la ley —y para eso estamos aquí— diga hasta aquí. No puede ser,
como ha ocurrido algunas veces, que un niño de 3 años, que ha estado dos en acogimiento, aparezca la familia biológica y se lo quiera llevar otra vez. La mayoría de las veces no oigo una palabra que yo repito permanentemente, debe de ser mi obsesión casi enfermiza, y es la responsabilidad de todos. La familia biológica tiene una responsabilidad. Yo parí a mis hijos, pero mi responsabilidad aparece a partir del día en que les dejé de amamantar. Yo creo que las madres tenemos esto más claro, entre otras cosas, porque nos han acusado muchas veces de ser sencillamente
nodrizas, de sólo alimentar a nuestros hijos. Yo soy la madre de mis hijos hasta que se independizaron. Yo creo que una madre es formadora de vida, no solamente biológica sino también intelectual. Esto es lo que quieren las familias, un hijo no solamente biológico, que será o no del padre o de la madre. Decía hace un momento que muchos de los padres no lo son aunque se lo crean, pero las madres siempre lo somos, y además genéticamente se lo puedo demostrar en más ocasiones de lo que la mayoría cree. Defiendo que esta maternidad y esta paternidad es la asumida y hay que
compartirla con una familia irresponsable, porque es lo que ha pasado, porque cuando un niño entra en adopción o en acogimiento es porque ha tenido un problema con su
propia familia, de irresponsabilidad de esta familia, no porque haya muerto, sino porque son unos irresponsables, por la razón que sea. Y esta irresponsabilidad debe cargar con alguna pena, por decirlo de alguna manera. No se puede decir que como el niño es mío, me lo vuelvo a llevar, porque sería lo mismo que decir que como mi mujer
es mía, la puedo matar. Las instituciones deben tener muy claro que los padres
biológicos tienen una serie de responsabilidades que, cuando las pierden, se acabó. No se puede decir: el niño está en un colegio. ¡Qué bonito! Me parece increíble que
alguien que sea capaz de dejar a su hijo, por el motivo que sea, luego lo acoja cuando quiera. Es importante pedirles responsabilidad a estos padres. De lo contrario, les estamos dando muchas más oportunidades. ¿Para qué? ¿Para que maltraten de nuevo a los hijos? Este es el punto que a mí me pone muy nerviosa. No vamos a encontrar familias de acogida. La mayoría de las familias de acogida quieren
tener un hijo, por eso la mayoría de ellas al final quieren ser adoptantes, quieren tener su hijo, un hijo al que no solamente querer sino, además, educar, formar, que acabe siendo su hijo, quizás no biológico, pero sí su hijo. Ayudar a otra familia es muy de ONG: Vamos a ayudar a otra familia, qué buenos somos. Y esto es difícil de encontrar. A mí esta metodología grupal me da cierto miedo, porque de santos en este país tenemos poco, hasta los padres biológicos tenemos grandes problemas para encontrar en las escuelas gente que colabore, y así salen los hijos, que ya tienen un problema social de envergadura. Ahora, imagínense a los padres no biológicos, que deben dar mucho más. En los biológicos la sangre tira, tenemos, por fuerza, mucha más vocación de padres, pero los no biológicos, necesitan, además de vocación, mucho más. Y este punto para mí es importante. Estoy de acuerdo en que no se ha hecho un proceso de captación correcto. Recuerdo que hace muchos años en Cataluña se hizo un proceso de captación del que luego nunca más se supo. Lo he visto en televisión pero hace muchos años. La misma sociedad está valorando mucho más la adopción internacional: pobrecitos los chinitos, los negritos y los sudamericanos. Pero nadie dice que aquí tenemos niños abandonados. Esto no se explica. Se hacen grandes programas diciendo que los niños están abandonados en unas residencias y aquí, a lo mejor, también tenemos alguno abandonado. Esto es importante. Estoy de acuerdo con la formación de los grupos, porque un profesional por mucho que quiera, por muy gran
profesional que sea, es muy difícil que pueda influir en el grupo. Estoy de acuerdo en que éste sería uno de los objetivos: que a los grupos se les formase como grupos y no solo como personas. (El señor vicepresidente, García Navarro, ocupa la Presidencia.) Por último, está el tema de la investigación en este campo. Permítame que le haga una serie de preguntas: ¿Solamente hacen investigación desde el punto de vista psicológico? ¿Tiene relación con la psiquiatría? ¿Con qué otras especialidades, por decirlo así, tienen ustedes relación? ¿Con quién lo hacen? Yo siento desconocerlo. Me gustaría que me informase porque la investigación es
importante, es el futuro, evidentemente. Sería ridículo hacerla como la hacíamos hace cien años. Repito, la investigación es importante y mucho más por parte de la universidad. Pero, ¿con qué grupos? ¿Cómo se hace? ¿A dónde llegan estos resultados? La investigación en ciencia acaba en la industria. La investigación en psicología y en psiquiatría, ¿dónde acaba? ¿Cuáles son los usuarios —entre comillas— de esta investigación? Muchas gracias por su asistencia y, de nuevo, gracias por su intervención.
El señor VICEPRESIDENTE (García Navarro): Gracias, senadora.
Por el Grupo Parlamentario de Entesa Catalana de Progrés, tiene la palabra la senadora Burgués.
La señora BURGUÉS BARGUÉS: Gracias, presidente.
Benvingut, senyor Amorós.
Hoy hemos tenido dos comparecencias excepcionales que se complementan perfectamente. Vamos teniendo ya unos conceptos claros que se han recogido en las distintas
comparecencias, que son la necesidad de que el niño se eduque en familia y la aceptación y reconocimiento de que el interés del niño prime por encima de otros intereses, como pueden ser los de los padres biológicos. Lo que quizá no está tan claro es la necesidad de que se intervenga directamente con la familia biológica antes de asumir una decisión drástica, como sería una separación, por el peligro que conlleva la pérdida de tiempo que la familia necesita para su formación y preparación para poder acoger al niño, tiempo que es vital para su formación, tanto a
nivel intelectual como a nivel afectivo y de desarrollo. Deberíamos encontrar este equilibrio para no abandonar a una familia que puede ser susceptible de ser recuperada, pero que no se pierda el tiempo, porque dos años en la vida de un niño son muy importantes. Como hay unos principios que todo el mundo aceptamos,
me parece muy importante entrar en lo que usted ha llamado retos del acogimiento. Estos niños que no pueden ser educados en su familia no deben pasar a un centro residencial sino a familias acogedoras. Y, como usted ha dicho muy bien, sin familias no hay acogimiento. Por lo tanto, es muy importante trabajar en el acogimiento porque el éxito de este acogimiento es el desarrollo del niño, que es el
objetivo que se busca. Por tanto, estos retos que usted ha marcado me parecen
muy interesantes: mejorar la metodología, la intervención en la familia, la formación en equipo, que es una visión nueva pero necesaria y, sobre todo, la evaluación de los factores positivos que se van desarrollando, porque incluso
en el proceso educativo los que hemos sido padres y madres nos fijamos solamente en lo negativo porque lo queremos mejorar, pero si valoramos lo positivo y la función
educativa de dicha valoración, podremos ir adelantando en este sentido.
Son necesarias estas campañas para que haya familias de acogida. Se ha comentado que nuestra sociedad no tiene una cultura de acogimiento. Antes se ha citado el
modelo inglés, en este modelo se dan acogimientos normalizados de una familia, incluso en cursillos de verano, y todo ello supone una cultura muy asumida por la sociedad inglesa: acogen a gente temporalmente para prestar un servicio, ya sea para el estudio de una lengua o para ayudar a una familia que está pasando una temporada difícil, que puede abarcar incluso seis meses. Esto allí se hace de una forma normalizada y aquí, en cambio, nos cuesta muchísimo. Somos solidarios —se ha de reconocer—, somos mediterráneos, pero, aun existiendo el sentimiento de acogimiento familiar, si después no hay una adopción, se produce un rechazo: Se acoge temporalmente a un niño o a dos hermanos, pero no se está de acuerdo con que después
se los retiren. Todavía no se tiene esta cultura del acogimiento en nuestra sociedad y es importante, porque hay muchas alternativas y debería haber mayor flexibilidad
para que pudieran darse medidas de acogimiento. Será preciso hacer estas campañas de captación y formación de familias porque es muy importante. He recogido de las respuestas que usted da en el cuestionario que sería bueno —aunque creo que ya lo hemos comentado— que, a partir de ahora, haya una nueva actitud en las instituciones para que se produzca este cambio y, evidentemente, nunca para bebés ni para menores de 6 años. Esta comisión tendría que adoptar el principio de que no existen instituciones para niños menores de 3 años, sólo familias. Por lo tanto, las instituciones se tienen que comprometer a formar a las familias para que cuando
vayan naciendo estos niños ya tengan un familia de acogida y no tenga que utilizarse el recurso de la institucionalización o residencia. Evidentemente, si se van creando
residencias, todo el mundo las querrá llenar, por lo que otra medida sería no crear ninguna residencia más. (El señor Amorós Martí Catedrático de Psicología de la Universidad de Barcelona: No se crean nuevas residencias.) Efectivamente, este sería un principio, a partir de ahora no se crean nuevas residencias para que los niños que vayan a nacer ya puedan ya ir a las familias que más les convengan y que el equipo determine. Y dentro del amplio equipo —hoy no ha salido este tema, pero me parece que es interesante— que toma una decisión respecto a la situación futura del niño, deberían estar también aquellos que tienen la última palabra, que son los jueces; deberían recibir formación y, quizá, no se sentirían tan agredidos
—no sé si es la palabra adecuada—, al decir que necesitan formación, porque puede pensarse que ellos están preparados, pero necesitan formación de equipo para tomar la
mejor decisión y saber escuchar a los equipos sociales que han estado trabajando con el niño y con las familias. Le agradezco muchísimo su intervención. Me han parecido extraordinarias las dos comparecencias que hemos tenido hoy, por lo cual le felicito y le agradezco el tiempo que nos ha dedicado.
Muchas gracias.
El señor VICEPRESIDENTE (García Navarro): Muchas gracias, senadora.
Por el Grupo Socialista, tiene la palabra la senadora Périz.
La senadora PÉRIZ PERALTA: Gracias, presidente.
Buenos días.
Mi grupo parlamentario, el Grupo Socialista, le da la bienvenida a esta comisión y le agradece enormemente el tiempo que está dedicando para exponer sus planteamientos
y, sobre todo, para responder a nuestras inquietudes y a nuestras preguntas. Estoy encantada de conocerle personalmente y más encantada todavía de poder plantearle
algunas cuestiones en directo. Yo comparto la expresión de la senadora compañera de Entesa cuando dice que las comparecencias de esta mañana han sido un lujo, sin que
esto desmerezca ninguna de las otras comparecencias que hemos tenido. Para mí personalmente ha sido muy interesante, espectacular. Voy a ser breve porque tenemos algunas preguntas que hacerle y, sobre todo, porque usted tiene muchas preguntas
que contestar. Estamos escuchando en esta comisión, creo que en una escucha activa, a responsables de instituciones que trabajan directamente con niños y niñas, a responsables de instituciones administrativas y a expertos, sobre todo para definir y dibujar el mosaico de la realidad, y creo que la palabra mosaico define muy bien las pequeñitas piezas con las que estamos trabajando. Después, cuando la comisión nos pongamos a trabajar, querremos transformar la realidad y que esto sea muy útil para la sociedad, pero sobre todo que sea muy útil para los niños y las niñas, porque ellos y ellas son los protagonistas. En algunas ocasiones me he planteado, quizá por mi desconocimiento —y ruego que me perdonen si es así—, que hablamos mucho de padres y madres biológicas y de padres y madres adoptivos, y hablamos mucho con ellos también, pero no sé si hay algún estudio, alguna encuesta o alguna investigación —usted seguramente lo sabrá— donde se haya trabajado con personas adultas que hayan pasado por adopción, que hayan pasado por familias de acogida, que hayan pasado por residencias y que sus conclusiones se hayan aprovechado o utilizado. Es decir, sería interesante saber cuáles son las fortalezas y debilidades
del sistema que tenemos pero vistas por los usuarios. A lo mejor no hace falta que sean personas adultas. Yo soy maestra y sé lo que es trabajar con niños y niñas de 10 y 12 años que tienen personalidad y que tienen ideas claras sobre muchos aspectos.
Pasando a otra cuestión, me gustaría que corroborase si mi apreciación es cierta. En su respuesta al cuestionario había una idea que se repetía o que subyacía y que se refleja en esta definición: la tarea fundamental y primordial de instituciones y programas debería ser la de ayudar a la familia biológica —y cito textualmente—, ayuda concreta, continua y planificada. ¿Cree usted que, aunque la normativa
legal lo contemple, el esfuerzo se canaliza más en las soluciones de acogimiento que en la prevención? Y le formularía dos preguntas al respecto. El trabajo con las
familias biológicas entiendo que se realizará mientras el niño está con ella y están surgiendo los problemas, pero —creo que en su exposición lo ha dicho- ¿habría que continuar después, es decir, cuando el niño está en la familia de acogida o en la residencia? Y sobre todo: ¿Cuánto tiempo y cuál sería el límite? La ley no se cumple —eso me ha parecido entender de su intervención y si no, espero que me corrija— porque cada vez hay más residencias pero no hay familias. Estoy de acuerdo. Yo creo que no hay campañas. Quizá es que no veo demasiado la televisión, pero desde que estoy en esta comisión intento buscarlas y no las encuentro. Pero, vuelvo
a repetir, seguramente es que la veo poco. Lo digo porque la televisión es el medio al que fundamentalmente llegamos todas las familias, la prensa también, pero un
poquito menos. Yo también creo que esto es muy difícil que lo solucione la legislación; la legislación sola, no. Hay algo que le he oído a usted –y creo que la compañera de Entesa así lo ha dicho- y sobre lo que le pregunto: ¿Propondría a esta comisión la elaboración de una ley drástica? Lo de la ley drástica lo digo por lo que ha comentado de Estados Unidos. Bueno, el contenido de ley será más o menos drástico. Y después hay otra cosa que me ha parecido importante y quiero finalizar con ella. Yo, como le he dicho, soy maestra, pero además he trabajado durante muchos años en la formación del profesorado. Cuando ha hablado de la palabra formación he querido reconocer una analogía con una palabra que, cuando estaba trabajando en ese
asesoramiento, me preocupaba a mí y a un grupo de compañeros, y es la palabra equipo. Es decir, cuando planteábamos la formación en equipo para trabajar la convivencia en un centro y organizábamos cursos de formación a nivel provincial teníamos el problema de que venía un profesor de Sabiñánigo, otro de Huesca —yo soy de la provincia de Huesca—, otro de un centro de Fraga, trabajábamos muy a gusto, trabajábamos cuarenta horas, pero luego cuando esas personas volvían a su centro a llevar a cabo el proyecto de convivencia, les suponía muchísimo trabajo porque
tenían que convencer a sus propios compañeros y llegaba un momento en que se desgastaban. Vuelvo a repetir, disculpe la analogía, pero cada uno tenemos la deformación profesional que tenemos. Yo estoy totalmente acuerdo en que sería necesaria esa formación de equipos que actúen sobre las mismas personas.
Pero, ¿cuál sería desde su punto de vista el equipo adecuado para trabajar: psicólogos, pedagogos, asistentes sociales, educadores sociales, equipos que incidan sobre la familia, sobre el niño o sobre la niña o sobre el centro?
Muchísimas gracias por su atención y espero que sea capaz en el tiempo que le damos de responder a nuestras cuestiones. Muchas gracias de nuevo. El señor VICEPRESIDENTE (García Navarro): Muchas gracias. Por el Grupo Popular, tiene la palabra la senadora Pan. La senadora PAN VÁZQUEZ: Muchas gracias, presidente. (La señora presidenta ocupa la Presidencia.) En nombre del Grupo Parlamentario Popular, quiero
agradecerle su intervención, sus datos y la vehemencia con la que se ha expresado, así como toda la información que nos ha trasladado, que sin duda va a ser del máximo
interés para el objetivo de esta comisión, que es la adopción nacional y la problemática que conlleva. Estamos de acuerdo con usted, con lo que se desprende
de su exposición y de las respuestas al cuestionario que le hemos hecho llegar. Yo soy profesional médico y creo que todos estamos de acuerdo en que lo idóneo para la sociedad, y para cualquier persona, es que los niños crezcan con sus familias biológicas, esto no tiene ninguna duda, y que todos los esfuerzos deben de ir encaminados a que esas familias biológicas desarrollen su labor con sus hijos,
dentro de la propia familia, de la mejor manera posible. Todos sabemos que esto es lo ideal y a lo que debemos de ir, pero que la realidad es otra, no sólo en España sino en cualquier otro país del mundo. La realidad es otra, hay de todo, hay familias y hay situaciones que obligan a la otra opción, la más drástica, como decía antes una compañera mía, que es la adopción, esto es, separar a un niño de su
familia biológica y llevarlo a otra familia que no es la suya, siempre mirando por el bien y el interés del menor, que es el que debe prevalecer en nuestras actuaciones. Nosotros somos legisladores, esto es el Senado y aquí se pueden hacer propuestas de todo tipo, pero fundamentalmente se pueden proponer cambios en el ordenamiento jurídico, pues es el lugar adecuado. Por su respuesta no parece estar muy de acuerdo en que el ordenamiento jurídico sea el mejor o el más adecuado y esta es una oportunidad, como profesional, para que recojamos todas sus propuestas y para que nosotros podamos también hacer las nuestras para mejorar esta situación. En ese sentido, me gustaría que ahondara un poquito más o concretara, si es posible, cuáles serían esas propuestas. Me ha parecido entender que usted es un defensor a ultranza de la modalidad de acogimiento, por encima de la institucionalización de los niños. Yo soy de la opinión de que todas las formas deben convivir porque en este tema
se dan todas las posibilidades y hay que tener todas las herramientas para tratar de resolver los problemas de esos menores de la mejor manera posible, pero cuando no tenemos otra, tenemos ahí unas instituciones que tendrán que funcionar de la mejor manera posible y con unos profesionales que estén bien formados, que sepan. De esto no le voy a dar yo a usted lecciones. Habrá que mejorarlas, porque me parece que no estamos en disposición de poder suprimirlas, independientemente de que debamos desarrollar otras fórmulas, como las de acogimiento, y usted se ha referido aquí a muchas de ellas. Estoy absolutamente de acuerdo con usted —y me parece que este podría ser uno de los grandes problemas— en que un diagnóstico inicial certero sobre cuál es la situación o en qué momento se encuentra ese niño, podría resolver muchos de los problemas con los que ahora nos estamos encontrando. Quizás sea un afán de buenismo, de querer pensar que la situación de origen de ese menor se va a resolver, lo que nos haga, entre comillas —y que no se entienda como nada peyorativo—, perder tiempo en la toma de decisiones o en la intervención, en lo que sería ya el segundo paso tras el diagnóstico de una propuesta de intervención más definitiva como pudiera ser que este niño tiene el 95% de probabilidades de llegar a ser un niño
de adopción. Pues propongamos eso con más agilidad, propongámoslo casi de inicio, porque estamos viendo que los problemas de esos menores son mayores cuanto mayor
es la edad en la que se pone a ese niño en disposición de ser adoptado. Si pudiéramos hacer esa propuesta de intervención, si pudiéramos hacer ese diagnóstico temprano de una forma más certera y pudiéramos poner más medios, nos encontraríamos más adelante con muchísimos menos problemas. Por supuesto que esto no quita toda la prevención de la que usted hablaba. La prevención es básica, no sólo en esto sino en muchas otras áreas de la vida y nosotros apostamos por ella sin ninguna duda.
En la formación también, y no creo que sólo tengamos que abundar en la formación del profesorado y de las familias acogedoras. Yo creo que las familias biológicas,
lo decía la representante de CiU, también tenemos nuestras carencias. Vemos en los colegios que ni los padres acuden, ni colaboran, ni hay la coordinación que debiera
haber y luego tenemos los problemas que tenemos dentro de las familias normales, como fracasos escolares y todo este tipo de cuestiones que si hubiera de verdad esa colaboración, a lo mejor otro gallo nos cantaría y los resultados serían diferentes.
Por supuesto que estamos de acuerdo con la formación de esas familias acogedoras, de esos profesionales dentro de las instituciones. Habría que humanizar esas instituciones que creemos que deben continuar, sin fomentarlas ni proponerlas como la primera opción, y por supuesto no para los menores de 3 ó 6 años; esto tendrá que ser perfectamente establecido y priorizado. Hay que tratar de que sea un ambiente lo más parecido posible al de su familia o al de una familia. En cuanto a la investigación de la que usted hablaba, me gustaría preguntarle qué datos y estudios tenemos, sobre todas estas cuestiones que usted hoy ha planteado aquí, el acogimiento, las diferencias entre uno y otro, las diferencias por edad, que de alguna manera apoyan esto de lo que hablábamos, de no institucionalizar a menores de 6 años; qué problemática psicopedagógica se ve en estos niños y también si este debería ser un criterio a incluir dentro de una regulación. En cuanto a esos procesos de cambio y de mejora que usted proponía, que los tenemos ahí delante, querría saber si ya ha habido algunos como consecuencia de esos estudios sobre los que yo le pregunto, y si nos los podría hacer llegar a esta comisión, porque sería realmente interesante. De nuevo le doy las gracias en nombre de mi grupo, del
Grupo Popular, por toda la información que usted nos ha trasladado hoy aquí.
La señora PRESIDENTA: Gracias, señora Pan.
Para terminar, tiene la palabra otra vez el señor Amorós para contestar a las preguntas.
El señor AMORÓS MARTÍ (Catedrático de Pedagogía de la Universidad de Barcelona, UB): Gracias. En primer lugar, quiero agradecerles a todos ustedes sus opiniones, las reflexiones, las coincidencias o no coincidencias con lo que aquí hemos estado planteando.
Después de las comparecencias que han tenido ustedes a lo largo de todos estos días, y seguramente ya lo sabían anteriormente, tendrán pleno conocimiento de la complejidad que representa el sistema de protección de la infancia
y de lo difícil que resulta cuando hablamos de una cosa, cuando hablamos en general, no hacer algún tipo de matizaciones. Es totalmente diferente hablar de adopción
que hablar de acogimiento familiar, es totalmente diferente hablar de la modalidad de acogimiento simple que hablar de un acogimiento de urgencia o de un acogimiento
permanente. Todos estos matices que hemos ido comentando aquí habría que explicarlos de una forma muy concreta. A veces es difícil generalizar porque puede dar lugar
a interpretaciones diversas. Uno de los temas importantes que me ha planteado la
senadora Aleixandre es el tema de la temporalidad. Es un tema complejo. El acogimiento familiar es una medida temporal, no es como la adopción, que es una medida definitiva; es decir, el acogimiento temporal puede durar unos
meses, unos años, pero a los 18 años seguro que termina. ¿Después qué pasará? Ya no seguirá en el acogimiento temporal, siempre es una medida temporal, es decir, a partir del momento en que es una persona adulta probablemente lo que sucederá en la gran mayoría de los casos es que seguirá conviviendo con la familia acogedora, en otros casos se podrá independizar, podrá volver con su familia de origen, etcétera. Pero siempre es una medida temporal. El problema principal de los acogimientos es la valoración inicial. No hemos dedicado el tiempo y los recursos necesarios a esta cuestión. Es muy difícil hacer una valoración y pronosticar si realmente esta familia tiene o no condiciones para ser recuperable, pero si creemos que no hay familias que tienen estas posibilidades de recuperación, quitemos todas las alternativas, el acogimiento simple, etcétera, y pongamos solamente la adopción. Si pensamos que no hemos de quitar los centros, estos centros se tienen que ir transformando y poco a poco presentando alternativas que respondan más a unos principios de normalización y de individualización; seguramente necesitaremos
los centros, pero para un tipología de niños muy especiales y para unos casos muy especiales. Cuantas más alternativas tengamos, mejor podremos responder a las
necesidades de los menores. Si hace un tiempo solamente teníamos la adopción de niños pequeños y la macroinstitución, teníamos dos alternativas. Si ahora tenemos cuatro modalidades de acogimiento o tenemos ocho modalidades técnicas, y cada una de ellas tiene su perfil, pues mucho mejor, pero lo suyo es que técnicamente hagamos
una valoración con todas las limitaciones que tenemos de equipos, es decir, de saber qué equipos tendrían que actuar. Lógicamente, la gran mayoría de las comunidades autónomas tienen ya la composición de estos equipos. Hay unos profesionales que son fijos, el psicólogo y el trabajador social, y hay otros que podrían ayudar, que serían el pedagogo y el educador social; son equipos que podrían ayudar en todos estos procesos. Esta es la composición que tienen, por ejemplo, los EAIA en Cataluña. Pero es igual, en otras comunidades pueden tener algo bastante
similar. ¿Aquí qué tienen que hacer? Hemos de insistir en el tema de la valoración, hemos de insistir en que si determinamos el acogimiento, ya ha habido investigaciones.
Usted me pide unas investigaciones, aquí se han hecho, la última editada por el ministerio, realizada por el equipo del doctor Jorge Fernández del Valle, que vendrá próximamente a esta comisión. También nosotros en nuestro libro de acogimiento recogemos investigaciones hechas tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Disponemos de criterios para que los técnicos sepan qué requisitos mínimos tiene que reunir una familia para poder determinar un acogimiento
simple o un acogimiento permanente. Lo que no puede ser es que existiendo todas estas cosas y este cúmulo de conocimientos, cuando llega el momento de aplicarlos no los apliquemos. ¿Por qué? ¿Por falta de formación de los técnicos? Puede ser. ¿Por facilitar la resolución del caso? No lo sé. Pero lo que es seguro es que uno de los aspectos básicos en donde se tendría que hacer más hincapié es en dar buenas valoraciones de las situaciones de desamparo para determinar qué tipo de medida es la más adecuada y siempre dando prioridad a las medidas de acogimiento familiar sobre las medidas de acogimiento residencial, y esto creo que todos lo vemos.
En el proceso de evaluación que llevamos a cabo, las medidas de acogimiento de urgencia, como también ha comentado Jesús Palacios, resultaron altamente satisfactorias; pueden tener un peligro, como sucedió en alguna comunidad que la aplicó, y es que crearon familias de urgencia pero no pensaron que el niño tendría que estar en estas familias un máximo de tres o seis meses y que transcurridos
los cuales habría que buscar la alternativa adecuada. Por lo tanto, si se quiere plantear que ningún menor de 6 años vaya a una familia de urgencia mientras se hace el proceso de valoración, está muy bien, pero se entiende que después tendrá que haber unas familias con previsión de retorno, unas familias permanentes o unas familias preadoptivas, para que después de la valoración a este niño no
se le tenga que enviar a una institución. Esto no tendría demasiado sentido. A veces ocurre porque políticamente queda muy bien hacer acogimientos de urgencia, pero no
se ha pensado que dentro de tres o seis meses habrá que tener familias para que haya una continuidad. Pues estas cosas que parecen tan de sentido común y tan lógicas, no
se piensan. Esto la ley no lo puede determinar desde el punto de vista legal. Para mí algunos aspectos de la ley que tenemos son correctos. Yo no soy experto en leyes,
pero comparto muchas de las aportaciones que han hecho los comparecientes, como la decisión de la partida de los dos años, el tema de la adopción abierta y el que haya unos límites en los procesos de intervención familiar. El tema de la intervención es siempre polémico, esto lo sabemos, pero yo, de entrada, no puedo decir que en todos
los casos en que a una familia de acogida se le tenga que separar de un niño, esa familia esté condenada a que el niño vaya a la adopción; no lo puedo permitir. Yo acepto que depende de la gravedad del caso. Lo que tampoco puedo permitir es que a familias en las que valoramos que existe una situación grave y que sepamos por los indicadores y por las circunstancias que prácticamente no hay posibilidad
de recuperación, se les diagnostique un acogimiento con previsión de retorno y una intervención con la familia porque ahora está de moda hacer los programas de
preservación familiar. Ni unas modas ni otras. Hagamos intervención familiar en aquellos casos en los que valoremos que se tiene que hacer y que esta intervención sea real, planificada e intensa. Lo que no se puede hacer es una intervención familiar tres veces al año. Ahora ya existen programas de intervención familiar,
programas elaborados por la Universidad de La Laguna, por la doctora María José Rodrigo y por otras comunidades autónomas que se están aplicando y están teniendo un
éxito importante en estas familias que por procesos de negligencia, que son los que se dan en la gran mayoría de las situaciones, son recuperables. Cuando aquellas familias ya no son recuperables, ya no estamos hablando de programas de intervención. Pero hemos de tener presente que hay un porcentaje de familias que realmente sí que son recuperables y entonces con ellas hemos de hacer unos
programas de intervención porque el niño a lo mejor con aquella familia se llevaba bien pero ha habido circunstancias puntuales, temporales, que esta familia no ha podido asumir sola y a veces necesita un proceso de ayuda por parte de unos profesionales para superar estas dificultades. Toda familia tiene que tener una responsabilidad, las familias biológicas tienen que tener su responsabilidad, pero
también hemos de saber cuáles son los motivos por los cuales la gente ha llegado a esta situación y cuál ha sido la ayuda que ha ofrecido la sociedad frente a estas situaciones. Por tanto, hemos de valorar la responsabilidad y después, si vemos que realmente esa responsabilidad no es recuperable, en estos casos tomamos una medida definitiva y no esperamos a que el niño tenga 6, 8 ó 10 años, sino que lo hacemos en el momento oportuno. Y si es necesario desde el primer momento hacer un acogimiento preadoptivo, hacemos el acogimiento preadoptivo, pero no tomemos las decisiones que son fáciles de tomar porque no son complicadas a nivel legislativo y sabemos que no
vamos a tener problemas con los jueces. Tema de las investigaciones. Nosotros hemos trabajado dentro de unos modelos de investigación que llamamos investigación para el cambio, que pretenden analizar las necesidades que puedan tener unos profesionales, unas comunidades o unos entornos, y con estas necesidades plantear después que la propia investigación elabore unos productos que sirvan para mejorar la práctica. Por ejemplo, en esta línea están los trabajos que hemos hecho en la elaboración —como les muestro en esta foto— del programa de formación de familia extensa, del programa de formación en familias de urgencia, o del último que hemos elaborado, un programa de formación para adolescentes acogidos, en donde los adolescentes han participado —lo digo de memoria— en doce grupos de discusión, en ocho comunidades autónomas, para conocer las necesidades no desde el punto de vista de los adultos —por los que usted
me preguntaba—, sino de los propios adolescentes acogidos. En algunos de esos grupos de discusión participaron adolescentes mayores de 18 años y en otros grupos de
adolescentes de 12 a 14 o de 14 a 16. Queríamos conocer, desde su propio punto de vista, cuáles eran sus necesidades. ¿Para qué? Para desarrollar unos programas de ayuda o de formación de tipo grupal de estos adolescentes. Hemos terminado este trabajo, sólo nos falta revisarlo y publicarlo, pero hay una demanda por parte de las propias comunidades. ¿Y quiénes han colaborado en esta investigación?
En las investigaciones cooperativas colaboran y participan diversos equipos, en concreto equipos de la Universidad de Barcelona y de la Universidad de Sevilla,
equipos de profesionales, de profesoras o profesores universitarios, y también técnicos de las propias comunidades, alrededor de unos ocho o diez técnicos de cada comunidad autónoma. Además, en los grupos de discusión con familia extensa hubo ocho o diez grupos de discusión de las propias familias extensas; en los grupos de discusión con adolescentes fueron los propios adolescentes. Es decir, hemos buscado las fuentes y la participación de estas familias para después elaborar unos materiales que puedan servir para mejorar la práctica. Estas son las líneas
de las investigaciones que hemos llevado a cabo.
El tema de las campañas de captación es un tema básico. Las campañas de captación se han hecho de una forma esporádica. Me comentaba la compañera de Cataluña que recordaba una campaña de captación —yo también la recuerdo— en el año 1992 ó 1993, la campaña con el lema: Tú puedes acoger o no. La directora general comentó
aquí en su comparecencia que hace aproximadamente un año se llevó a cabo una campaña de captación. A lo mejor no nos ha llegado la información por la falta de
intensidad de la campaña. Yo no entro a valorar estas campañas, pero creo que se tendrían que hacer con mucha mayor intensidad, utilizando los medios de comunicación
de masas. Hemos estudiado cómo hacer campañas de captación, sabemos qué factores influyen, simplemente hay que dedicar tiempo, creatividad y dinero.
Yo no estoy en absoluto de acuerdo en que la gran mayoría de las familias que van al acogimiento quieran un hijo; no estoy de acuerdo en esto. Yo creo que hay muchas
más familias que quieren adoptar. No son familias de acogida, son familias adoptivas que quieren utilizar el recurso del acogimiento para adoptar. En esto sí que estoy de
acuerdo. Por lo tanto, para mí no serían familias acogedoras. El 80% de las familias de acogida son familias con hijos; por lo tanto, no les mueve el sentimiento de paternidad o de querer tener hijos, sino el sentimiento de solidaridad.
Los estudios que nosotros hemos realizado demuestran que el 80% son familias con hijos y además más de un 25% tienen dos o tres hijos. Por lo tanto, ya no es ese
sentimiento. Ahora bien, es cierto que en muchas ocasiones nos hemos encontrado en los procesos de selección con que como muchas personas ven imposible una adopción rápida, entonces dicen: a ver si por aquí lo conseguimos. Las familias que hacen esto en un proceso de selección serían teóricamente rechazadas en el acogimiento familiar, entendiendo que el acogimiento preadoptivo para mí no es una modalidad de acogimiento. Para mí el acogimiento preadoptivo es la fase previa a la adopción. Cuando seleccionamos las familias, las separamos, es otra cosa, es la adopción. Es decir, las familias que hacen acogimiento preadoptivo es porque quieren adoptar a aquel niño, no quieren tenerlo temporalmente. Es una fase previa de tipo jurídico, de adaptación, para que los adolescentes y las familias puedan conocerse mejor, y esto es correcto. Pero para mí el acogimiento preadoptivo es una fase previa, yo
hasta le quitaría ese nombre. No sé qué nombre le daría, quizás fase previa de adopción. Para mí los tipos de acogimientos son el simple y el permanente; estos son acogimientos de urgencia, es decir, estos son los acogimientos. Lo otro es la fase previa a la adopción. A veces hay confusión en este sentido. No sé si habría que cambiar el nombre de acogimiento preadoptivo; podría realizarse mediante un cambio legislativo. En todas las comunidades autónomas las listas van por separado. Si usted quiere adoptar, en el acogimiento preadoptivo simplemente te obligan a hacer la fase previa, pero los que quieren acoger van por otra vía.
A lo mejor he sido un poco desordenado en la contestación, pero estoy totalmente de acuerdo en que en el ámbito de la protección de la infancia, cuanto más medidas tengamos, mejor. Lo único que hemos de hacer es que desde el primer momento estas medidas estén bien tomadas por un equipo de profesionales y, desde el punto de vista legal y operativo, marcar unos límites. Ustedes preguntaban: ¿Qué tiempo tendríamos que dar a un proceso de intervención familiar? Las leyes americanas lo sitúan entre 18 y 24 meses. ¿Qué significa 18 ó 24 meses? Depende. Si yo en 18 ó 24 meses veo que con aquella familia no he conseguido nada, lógicamente no espero más tiempo. Ahora, si en 18 ó 24 meses he visto que aquella familia, aunque no haya experimentado un cambio radical para tener el niño, sí ha tenido un cambio importante y a lo mejor se puede conseguir con seis meses más, tendría flexibilidad. No me gustan las medidas drásticas, nunca me gusta lo drástico, pero es importante temporalizar las cosas, tener un punto de referencia y después serán lo técnicos los que decidan. Si ha habido cierto cambio, se valora. Puede que en seis meses no hubiera variado, pero en el último año sí que ha cambiado. Esto te lo dicen los profesionales. Pero, claro, si ahora no se puede hacer más, es una lástima. Pero lo que no se puede hacer es pensar que se tiene todo el tiempo que haga falta, porque este niño estará seis años y yo voy a trabajar durante este tiempo. Esto relaja a los profesionales. Los profesionales tienen que tener muy claro el marco temporal. Hay que tener un plan de acogimiento, un plan de intervención con la familia y con el niño. Y estos planes tienen que estar muy bien programados y realizados. No podemos dejar que el tiempo lo solucione. El tiempo no soluciona casi nada si no se interviene. No sé si hay alguna pregunta que no haya contestado. Ya es casi la hora de ir a comer. Les agradezco la atención y la amabilidad que han tenido de escucharme.
Gracias.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señor Amorós. Le reitero la bienvenida y muchas gracias porsu intervención.
Se levanta la sesión.
Eran las catorce horas.

SENADO-COMISIÓN 22 DE OCTUBRE DE 2009 NÚM. 220