LA SOLIDARIDAD DE LAS FAMILIAS DE ACOGIDA
Hasta no hace mucho tiempo, para un niño que por determinadas circunstancias familiares tenía que ser separado de su familia biológica no había otro recurso de protección que el de la institucionalización, con todos los déficits psicológicos y afectivos que ésta comporta.
Para paliar, precisamente, estos déficits, surgió la figura del acogimiento familiar, en un intento de basar el desarrollo psicoafectivo de estos niños en los vínculos personales que definen toda cohesión familiar.
El número de familias de acogida han ido aumentando paulatinamente en los últimos años, aunque aún son más los niños que permanecen en Centros Residenciales que los que tienen la oportunidad de crecer en un ambiente familiar.
Ello no significa que todos los niños que están en Centros Residenciales deban estar en familias de acogida. Son dos formas de proteger al menor, y ambos son necesarios porque para algunos niños lo mejor es el acogimiento en una unidad familiar, pero para otros puede ser más recomendable la permanencia en un Centro Residencial.
Para determinar qué medida tomar, hay que tener en cuenta las características del niño, su situación, las relaciones con su familia biológica, etc. No obstante, muchos de los niños que permanecen en Centros Residenciales podrían pasar a vivir en familias de acogida y ello sería mucho más positivo para su desarrollo. Lo que hace falta es que aumente un poco más el número de familias dispuestas a acoger a un menor.
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